Dios está en la boca, en la mente y en el corazón de todos. Pero ¿cuál es el Dios con el que nos vinculamos?.
El Dios vivo y verdadero del Evangelio no es un Dios hecho a medida de cada uno. A veces, nos relacionamos con una imagen irreal de Dios, que corresponde a estados interiores, historias personales, procesos psicológicos, etc. Tomar conciencia de las diferentes imágenes que aún inconcientemente conservamos de Dios, abre la puerta de nuestra propia evangelización y la de los hermanos.
No basta pronunciar la palabra Dios para que ella sea realmente portadora de fe. Hay una palabra dios que esconde una irrealidad de Dios, un vacío de Dios. Un Dios deformado, recortado y hecho a semejanza del hombre empobrecido por el pecado.
Hay algunas formas vulgarmente comunes de vaciamiento o de deformación de la palabra “Dios”. Formas que en ese vocablo no contiene la realidad que sus sonidos pretenden vehiculizar. Son caricaturas de Dios.
- El Dios amuleto
Hay gente que cree en un Dios de la buena suerte. No en un Dios de la salvación. Recurren a él cuando temen que les pueda ocurrir algún mal.
Esa actitud religiosa de la credulidad mágica es espiritualmente deformada y deformante. Impide una verdadera relación con Dios.
- El Dios cubre necesidades
El hombre es un necesitado. Por eso se ha inventado una sociedad de producción y consumo. Las cosas son un tapa agujeros que nunca se acaban de cubrir.
Este hombre-necesidad que tenemos dentro, cuando se encuentra necesitado se inventa un Dios cosa. Va a pedir. Su oración fundamentalmente es de petición. A veces también agradece, pero en el fondo de su ser agradece la utilidad de un medio.
El hombre-cosa establece una relación de utilidad con un Dios cubre necesidades.
- El Dios sobreprotector
A veces, la palabra Dios esconde la imagen de un Dios sobreprotector. La esconde amparada por una buena conducta. Se cumplen los mandamientos, pero el motivo es más el temor que el amor.
La relación con Dios es una relación con un gran Papá que premia o castiga según se comporte la persona.
- El Dios verdugo
Hay gente que vive a Dios como quien permanentemente lo vigila y lo amenaza, lo obliga y asfixia. Está pronto a exigirle la perfección total o a castigarlo.
Tal imagen es el resultado de una deformación de la conciencia o un problema psicológico que altera la actitud religiosa y vincula a Dios por temor al verdugo y no por amor al Padre.
- El Dios fatalista
Hay muchos que conciente o inconcientemente creen que Dios quiere el mal que hay en el mundo o que le suceda a ellos. A veces no se dice que Dios quiere el mal sino que lo permite, pero ese permitir tiene un sentido de querer. Es un resistirse a hacerse humanamente responsable del mal, a aceptar la condición humana de pecado que Dios nos revela.
Esta caricatura hace que el hombre no asuma la responsabilidad y la propia libertad. Desata la actitud de buscar más al culpable del mal que de asumir la búsqueda de soluciones, de aceptar el mal más que de modificarlo; de protestar más que de reconstruir.
La imagen del Dios fatalista hace difícil que la persona establezca una relación personal con Dios porque lo vive como el que tiene la culpa de lo que le pasa. El hombre no aparece como libre sino fatalmente determinado.
- El Dios mentira
Actualmente es muy común la imagen del Dios que yo me hago. De un Dios individualmente mío, que no me incomoda para nada, que en el fondo manejo y uso. Es un Dios de bolsillo y de papel que no me exige ningún compromiso, que se adapta a mis caprichos humanos, a mi modo de ver las cosas o de vivir la vida. Es un dios juguete.
Tal imagen y fantasía de Dios es un modo de no comprometerse trascendentalmente ni de tener sentido comunitario en la vida.
Dentro de esta caricatura podríamos pintar la imagen de tres dioses mentira: sentir, pensar y cumplir.
A veces esta imagen se expresa como identificación de Dios con el sentimiento. Dios tiene entonces la medida de mi sentir. Hablo con él si lo siento o cuando lo siento. Siento y miento porque reduzco a Dios a mi sentimiento de Dios. Esta imagen es común, sobre todo en los adolescentes.
Otras veces la imagen de Dios se expresa por la identificación con las ideas, con el pensamiento. Pienso y miento porque reduzco a Dios a mi idea de Dios. Creo en él si puedo explicarlo. Dios es un motivo de discusión, no de vida. Dios se convierte en un problema no en el misterio. Este Dios nunca va a transformar la vida.
Otras veces, la imagen se expresa por la identificación con las normas morales y religiosas. Es la mentira de la conducta. Cumplo y miento. La relación con Dios es un mero cumplimiento legal que tranquiliza la conciencia moral. Es un cumplimiento sin amor
Podríamos preguntarnos: ¿Desde mi oración personal qué imagen de Dios surge? ¿Un Dios cubre necesidades al cuál acudo casi exclusivamente para peticiones? ¿Un Dios sobre protector al cual acudo para no tomar iniciativas personales? ¿Un Dios verdugo al cual le ofrezco continuamente sacrificios y mortificaciones para reparar farisaicamente faltas y defectos? ¿Un Dios mentira cuya noción utilizo y acomodo (dios comodín) para autojustificar mi vida en sus deshonestidades, en las criticas a mi prójimo y en mi conducta sin caridad con el hermano de comunidad (dios incoherencia)? ¿Un Dios absoluto y vivo al cual alabo con el corazón, obedezco y me postro en adoración?
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