lunes, 31 de enero de 2011

Ejercicios de oración para la tercera semana

Preparación: Antes de comenzar los ejercicios elige un lugar tranquilo donde puedas orar sin ser interrumpida/o. Dispón cuanto tiempo dedicaras a la oración y trata de ser fiel a ese tiempo (ni más ni menos que tiempo que decidiste, el cual te recomiendo que no sea menor a 30 minutos).

Trate de relajarte. Para este fin puedes aplicar algunos de los ejercicios que están publicados en el blog del taller bajo el título: Ejercicios Previos. (http://tallerdeoracionjuanpabloii.blogspot.com/2009/07/para-orar-ejercicios-previos.html)

Puede realizar un ejercicio por día en el orden que desees. Recuerda comenzar siempre invocando al Espíritu Santo. La consigna de esta semana es pedirle al Señor que deje de ser una idea y sea Alguien para nosotros. Pedirle la gracia de no desplazarlo de nuestra vida para que esta no sea como una flor que se deshoja.

1) En esta oportunidad buscaremos un lugar tranquilo y dispondremos nuestro corazón para meditar el siguiente texto:

“Dios es Amor

La experiencia de Dios se da en un encuentro con Dios. Amar a Dios es encontrarse con él: la luz de la fe y entrega de amor. Despojo de sí y cambio de vida.

A Dios se lo conoce en la experiencia del amor. Para conocerlo hay que comprometer todo nuestro ser. No basta un conocimiento formal, externo, como el de quien contempla y describe un objeto. Es necesario el conocimiento real y personal del que penetra en la intimidad del otro, compartiendo a su vez la suya. Dios se nos hace real en el amor porque “Dios es amor”.

Si queremos conocer a Dios: amemos. Si queremos dar a conocer a Dios: amemos. Si queremos cumplir con Dios amemos. El amor es lo único que nos compromete realmente.

El que no compromete con Dios la realidad de su amor, no puede conocer a Dios. Vive y transmite un espejismo de Dios, una apariencia de Dios que no convierte. Por eso el hombre, no es auténtico por lo que dice sino por lo que vive.
A Dios se lo conoce realmente en el amor y se lo da a conocer por el amor.
De todo lo que pensamos, hacemos y sentimos, para el evangelio vale lo que vivimos. Sólo lo evangeliza la vida porque damos al mundo la imagen del Dios que vivimos. El camino del evangelio es experimentar el evangelio.” (Del libro “El verdadero rostro de Dios. Ed. De la Palabra de Dios)

Lee el texto pausadamente y a medida que una ida te llega más profundamente detente en ella. Lleva a la oración lo que esta reflexión produce en tu interior. ¿Qué te dice este texto? ¿Qué le puedes decir a Dios al respecto? Pídele, con fe la gracia de descubrirlo como un DIOS AMOR y de borrar cualquier imagen distorsionada que puedas tener de Dios (Dios castigador, Dios amuleto, Dios cubre-necesidades, etc.)

2) En esta oportunidad meditaremos el siguiente texto:

Tres actitudes del hombre.

Hay y tres actitudes con las que el hombre se acerca a Dios:

1. El hombre razonador

Es aquel que quiere conocer a Dios. Es el compromiso de la idea. A veces un compromiso meramente intelectual. Le interesa más la existencia de Dios que su Vida. Se pregunta más por el sentido de la vida que por el sentido vivido. Dios es más importante como parte de una cosmovisión que como una actitud de vida.
Su ateismo está en que Dios ha sido constituido más en objeto del pensamiento que de la vida: está, no en lo que pienso y dice sino en la actitud con la que se aproxima a Dios.

2. El hombre cumplidor

Es el que quiere agradar a Dios. Vive el compromiso de los actos y las obras. A veces un compromiso meramente moral, ético. Le interesa más el juicio que Dios puede hacer de él que Dios mismo.
El ateísmo del hombre cumplidor está en reducir a Dios, en la práctica a un objeto de conducta y no de vida. Ofrece en su vida una imagen de un Dios práctico que obliga pero que no transforma de fondo. Hace bueno al hombre pero no nuevo.
Para el cristiano normativo ser creyente es cumplir los mandamientos y los preceptos, pero le es imposible ser algo más, ser testigo y resplandor del evangelio.
Estas dos actitudes, la del hombre teórico y la del hombre operativo, conducen a una imagen irreal, incompleta del Dios evangélico, del Dios revelado. Son actitudes de compromiso formal pero no real. Estos hombres dan menos de lo que pide Dios. Dios pide el corazón y no la mente o los actos, porque desde el corazón es desde donde se orienta el pensamiento y las acciones. Desde el corazón es desde donde el hombre se entrega y se abre al amor.


3. El hombre evangélico

Es el que busca entregar su vida de acuerdo a la enseñanza de Jesús. Es el compromiso de todo su ser. No se quiere para sí mismo sino para Dios y para los demás. Descubre a Dios más en los signos de la vida que en las razones y las normas. Cree y ama y eso basta. La experiencia de Dios no le permite fugarse en ideas y activismos, ni encasillarse en ideologías o normas, porque Dios lo liberó, lo humanizó, ofreciéndolo al mundo como cooperador suyo. No necesita describir a Dios, Dios describe su vida. Es un testigo del amor y la realidad de Dios, de la trascendencia y la entrega de Dios al hombre. Más que convencer para argumentos, mueve por posesión de Dios. Su fuerza no es de argumentos sino de vida y transcendencia.
El Dios del hombre comprometido es un Dios que transforma la existencia.

Estos tres tipos de hombres representan tres actitudes humanas propias de todo hombre. La dimensión intelectual, la moral y la religiosa. Las tres están presentes en la iglesia. Lo importante es que ellas se den integradas y jerarquizadas.

Cómo en el ejercicio anterior, tomate un tiempo para leer el texto y lleva a la oración lo que la meditación del mismo despierte en ti. ¿Con qué tipo de hombre te identificas más? ¿En que sientes que debes mejorar tu vínculo con el Señor?

3) Puedes rezar la siguiente oración:

Creo, Señor, fortalece mi fe, espero Señor, asegura mi esperanza, te amo Señor, enciende mi amor, me duelen mis pecados y debilidades, Señor sáname.

Te adoro como mi creador, te deseo como a mi último fin, te alabo como el amigo que nunca me abandona y siempre quiere bendecirme, te invoco como a un defensor poderoso.

Dirígeme con tu sabiduría, contenme con tu justicia, consuélame con tu clemencia, protégeme con tu poder.

Tu que ahora vives en mí y yo en ti, te ofrezco Señor mis pensamientos para pensar en ti, mis palabras para hablar de ti, mis obras para obrar conforme a ti, mis sufrimientos para padecerlos por ti y por el reino.

Quiero lo que tú quieres, lo quiero porque lo quieres, lo quiero como lo quieres.

Te ruego Señor que alumbres mi entendimiento, fortalezcas mi voluntad, purifiques mi corazón, santifiques mi alma.

Concédeme la gracia de sanar mi memoria, refrenar la lengua, crecer en las virtudes necesarias, perdonar a los enemigos.

Ayúdame a vencer la avaricia con la generosidad, la ira con la mansedumbre, la tibieza con el fervor.

Hazme prudente en los consejos, constante en los peligros, paciente en las adversidades, humilde en la prosperidad. Amén

4) Oración auditiva

Tomar una expresión fuerte que te llene el alma (por ejemplo "mi Dios y mi Todo") o simplemente una palabra (por ejemplo "Jesús", "Señor", "Padre").Comienza a pronunciarla, con sosiego y concentración, en voz suave, cada diez o quince segundos.
Al pronunciarla, trata de asumir vivencialmente el contenido de la palabra pronunciada. Toma conciencia de que tal contenido es el Señor mismo. Comienza a percibir cómo la "presencia" o "Sustancia", encerrada en esa expresión va lenta y suavemente inundando tu ser entero, impregnando tus energías mentales. Ve distanciando poco a poco la repetición, dando lugar, cada vez más, al silencio.

Siempre debes pronunciar la misma expresión.


Variante: Cuando aspiramos, el cuerpo queda tenso, porque se inflan los pulmones. Al contrario, cuando espiramos (expulsamos el aire de los pulmones) el cuerpo se relaja, se afloja. En esta variante aprovechamos la fase de la espiración (momento natural de descanso) para pronunciar esas expresiones. De esta manera, el cuerpo y el alma entran en una combinación armónica. La concentración es más fácil porque la respiración y la irrigación son excelentes. Y así, los resultados son sumamente benéficos tanto para el alma como para el cuerpo.

NOTA: No olvides registras tu examen de oración. ¿Qué sentiste? ¿Hubo dificultades? ¿Por qué crees que hubo dificultades? ¿Qué pudiste experimentar en la oración ¿ ¿Sentiste que Dios te respondió?

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