domingo, 19 de julio de 2009

AMOR ETERNO Y GRATUITO DE DIOS

1. Ejercitarse durante el día, y todos los días de la semana, en percibir el amor de Dios en casa. Considerar que cada cosa agradable que veo, siento, oigo, gusto, es un regalo especial, un mensaje de amor que el Padre Dios me envía expresamente a mi como si en cada cosa me dijera: te amo mucho. Y yo respondo: "Gracias, Padre mío, yo también te amo".
Esta mañana radiante, esa música preciosa, ese saludo cordial, esta sombra fresca, esa sonrisa, esta atenta llamada telefónica, ese ramillete de flores, esa buena noticia .... son cartas de amor que el Padre me envía. Y yo respondo; "Gracias, y yo también te amo".
Este clima agradable, ese paisaje, esta sabrosa comida, este acontecimiento familiar... son cartas de amor; "Gracias yo también te amo”.
Desapareció el dolor de cabeza, la hija sanó, la película me encantó, hoy ha ido bien el negocio familiar, he dormido admirablemente, amanecí tan contento, esta noche estrellada, ese mar azul, este precioso valle, esa conversación tan agradable, esta persona tan encantadora ... son cartas de amor. "Gracias, yo también te amo".
Y así durante toda la semana, dedicarse a este diálogo de amor con el Padre Dios, que me manifiesta su ternura en tantas cosas de la vida.

2. En la cotidiana media hora dedicarse a profundizar en el ejercicio de la Lectura Rezada con los Salmos 16, 23 y 63, sin salirse de esos salmos, volviéndolos a repetir.
"Estudiar" durante la media hora el texto bíblico señalado para cada día teniendo presente la pequeña pedagogía para meditar y vivir la Palabra, anotando en el cuaderno el versículo que más le haya impactado.
Escribir en el cuaderno una lista de cosas, personas y acontecimientos de mi vida que yo considero como cartas de amor que Dios me ha enviado o me envía, para leer esa lista en la próxima Sesión.

Lecturas: Isaías 41, 8-20. Oseas 2, 16-25. Josué 1, 1-10. Juan 14, 9-20. Salmo 118. (con lectura rezada). Gálatas 4, 1-7. Isaías 43, 1-10.

Ejercicios propuesto por el P. Larrañaga extraídos de http://personal.telefonica.terra.es/web/pspa/

El tiempo para Dios (Jacques Philippe)

Introducción
Se llama oración a aquella forma de plegaria que consiste en ponerse frente a Dios en la soledad y el silencio, durante un tiempo más o menos prolongado, con el deseo de entrar en una íntima comunión de amor con El. Vivir en oración es decir, practicarla regularmente es entrar a una autentica vida cristiana y estar en condiciones de responder a su llamado a la santidad que es para todos, sin importar condición social, estudios, o edad.
Este texto tiene orientaciones simples y concretas para ayudar a las personas deseosas de orar a comprometerse y perseverar en este camino sin dejarse vencer por las dificultades que inevitablemente encontrara en el.

La oración no es una técnica sino una gracia.
No existe un método para orar como si fuera una receta que bastaría aplicar bien para hacerlo con éxito. La verdadera plegaria contemplativa es un don gratuito de Dios que en todo caso necesitamos saber “como se recibe”.
Las técnicas de meditación que hoy abundan por todos lados se reducen a un conjunto de métodos que centralizan su esfuerzo en el hombre en lo que el pude lograr; en cambio la contemplación cristiana es Dios mismo el que se da al hombre gratuitamente.
Cuando nuestra oración depende de un método hacemos que su importancia se fije en nosotros no se trata de un poco de practica o aprender ciertos trucos.
Si la oración dependiera de técnicas la consecuencia seria que habría personas capaces y otras no. Cada uno con su propia personalidad y limitaciones es capaz de lograr, si corresponde fielmente a la gracia divina, una vida de oración muy profunda.
Lo que asegura el progreso en la vida de oración no es como uno reza sino en ciertas actitudes interiores o disposiciones del corazón que son:

La fe y la confianza (base de la oración)
Hay una parte de lucha en la oración y el arma es la fe. La fe es la capacidad del creyente de conducirse no según sus impresiones, los prejuicios o las ideas recibidas del medio, sino según le dice la palabra de dios que no puede mentir.
Fe en la presencia de Dios: creerlo de todo corazón, mas allá de que estemos solo con El en la iglesia o en nuestra habitación, no importa el medio que nos rodea. Entrar en su presencia mas allá de sentir o no sentir su presencia, es un acto de la voluntad de querer estar con El.
Nunca se debe poner en duda esta presencia cualquiera sea nuestro estado interior, de miseria o sequedad. (jn. 6,37) Dios nos busca y desea mucho más de lo que nosotros a El.
La vida de oración nos transforma, es fuente de bendiciones, nos sana, nos libera y nos santifica quien persevere en ella recibirá solo bienes, aunque la impresión fuera de esterilidad y de que no se progresa o que no sirve para nada. El que persevere recibirá infinitamente más de lo que se atreva a pedir o esperar no por que se lo merezca sino por que Dios lo ha prometido. (lc. 11,9-10)
Es tentación frecuentísima abandonar la oración por no obtener frutos rápidamente. Lo más importante no es que la oración sea hermosa sino que sea perseverante y fiel. No juzguemos nosotros nuestra oración, la calidad será el fruto de la fidelidad.

Pureza de intención
Esta disposición consiste en buscar a Dios y no a nosotros mismos olvidándose de si mismo y agradando solo a El. Quien se busca a así mismo en la oración la abandona muy pronto cuando se vuelva árida, difícil o no le de el placer que esperaba de ella. No agradamos a Dios por nuestros meritos sino por la gran confianza que tengamos a su infinita misericordia.

Humildad y pobreza de corazón:
La humildad es la capacidad de aceptar nuestra realidad de seres limitados esperándolo, todo de Dios. (1 ped. 5,5) El humilde acepta alegremente ser nada por que Dios es todo para él. No considera su miseria como un drama sino como una suerte por que le da a Dios la oportunidad de manifestar los alcances de su misericordia. Aceptar en la oración nuestra nada, nuestra fragilidad y nuestra pobreza es la fuente de todos los bienes espirituales. (Mt. 5,3)

La determinación de perseverar
Perseveramos si se lo pedimos a Dios con confianza y estamos firmemente decididos a hacer aquello que depende de nosotros. Sin vida de oración no existe santidad
San Juan de la cruz dice “quien huye de la oración huye de todo lo que es bueno” La Misa en si misma es la más importante oración pero ¿por qué hay gente de comunión diaria que no es santa?... Por que le falta vida de oración capaz de hacer de su corazón tierra buena donde la semilla de el fruto que Dios desea para cada uno. Sin práctica de oración no hay purificación del corazón y siempre se está en sabiduría o prudencias humanas sin libertad interior.

El problema de la falta de tiempo
No se sabe de alguien que se muera por no tener tiempo de comer. Antes de decir no tengo tiempo hay que preguntarse que es lo prioritario para mi vida. El tiempo dado a Dios no es tiempo robado a los otros. Si estamos atentos a Dios estaremos presentes también en la vida de los demás.

La trampa de la falsa sinceridad.

Rezaré cuando me surja el deseo de hacerlo. El deseo es algo muy hermoso pero muy cambiante, podríamos correr el riesgo de esperarlo toda la vida habiendo algo más importante que nuestro deseo: Es Dios el que lo quiere: el evangelio nos pide orar sin descanso ( lc.18,1) un hombre libre no se lleva de su estado de animo sino todo lo contrario se lleva por sus decisiones fundamentales y no por los caprichos circunstanciales del momento.


La trampa de la falsa humildad
“Estoy lleno de defectos, no progreso, soy incapaz de convertirme y amar seriamente al señor: presentarme ante él en este estado es una hipocresía; me hago el santo y no valgo más que los otros que no rezan. Sería más honesto frente a Dios dejar todo”
Eso es falso por que solo cuando se puede ver así el interior es cuando nos ponemos delante de Dios la solución es la perseverancia para alcanzar la conversión como don de Dios, el demonio lo sabe por eso nos desalienta.
Dejar de rezar por que se ha pecado es solo apariencia de humildad de hecho es solo presunción y falta de confianza. Lo que hay que hacer cuando se cae es arrojarse inmediatamente con arrepentimiento y humildad a la misericordia divina y mientras se espera por la gracia de la confesión no abandonar los ejercicios de piedad acostumbrados esto es lo que honra más a la misericordia divina.

Darse totalmente a Dios
A san Juan de la cruz le preguntaban que hacer para entrar en éxtasis y respondía: “éxtasis” es decir salir de si y estar en Dios, esto es lo que hace quien obedece sale de si y de su voluntad y aliviado de ella se une a dios. (Máxima 210) El amor es de naturaleza extática: si es fuerte, vive más en el otro que en si mismo.
En la vida espiritual debemos buscar un equilibrio: por una parte aceptar nuestra miseria y no esperar a ser santos para comenzar a orar y por otra parte aspirar fuertemente a la perfección que sabemos nos dará El y solo El en nuestros ratos de intimidad en clima de oración que nos hace tender a lo absoluto a pesar de las miserias, incluso a una cierta locura en el don de si mismo al amado.
Ayuda mucho fuera de la oración vivir en su presencia y seguir dialogando con El en las ocupaciones cotidianas. Aprender a vivir bajo la mirada amante y misericordiosa de Dios y no bajo el temor constante del juicio de los hombres.

Relación entre la oración y la vida
Existe entre ambas un lazo. A oración es escuela, un ejercicio de aprendizaje en el que comprendemos, practicamos y profundizamos ciertas actitudes frente a Dios, frente a nosotros mismos y frente a los demás que se convierte de a poco en nuestra forma de ser y reaccionar. La oración es escuela de amor por que todas las virtudes que se practican en ella son las que permiten que el amor se expanda en nuestro corazón y llegue al prójimo.

Como emplear el tiempo de la oración:
Cada uno debe descubrir según le inspire el espíritu de Dios por que caminos lo quiere llevar, a veces deberemos solo recibir, a veces actuar, a veces debemos descansar, a veces combatir.
No es importante la receta para orar sino el clima o paisaje interior que debemos estar atentos para descubrir y ubicarnos en nuestro propio itinerario de oración. Este paisaje está definido y modelado por un conjunto de verdades teológicas que ahora enumeramos.
Primacía de la acción divina: Lo que importa no es lo que nosotros hacemos sino lo que Dios obra en nosotros en ese tiempo. Esto es muy liberador, si nosotros no podemos hacer nada, Dios actúa vivificando, sanando, santificando en lo más profundo del alma. (“Tomar sol”). Consiste en estar frente a Dios sin hacer nada y sin pensar particularmente en nada pero en actitud profunda de disponibilidad, de abandono a Dios que actúa en nuestro ser y esto es lo que importa.
Primacía del amor: Santa Teresa decía lo que cuenta no es pensar mucho sino amar mucho. Quien se encuentra agotado, oprimido por las distracciones incapaz de rezar, siéntase liberado sabiendo que aunque no pueda sentir si puede amar ofreciendo al señor su pobreza con gran confianza. Amar es la decisión de estar con el amado. Nuestro primer trabajo supone no pensar, no sentir y no hacer nada para Dios sólo dejarse amar por El. Orar es ponerse en su presencia tal como somos creyendo que nos ama independientemente de nosotros.
Tender a la simplicidad: en la oración no buscar el alto vuelo con producciones propias, sino la afectiva conversión del corazón. Un solo acto de amor es la mejor oración. Cuanto más se simplifica nuestra oración más unión con Dios existe.

Extraído www.catolicos.org.ar