miércoles, 8 de julio de 2009

Oración

Amado Señor, ayúdame a esparcir tu fragancia allí donde vayas. Anega mi alma con tu espíritu y vida. Impregna y posee todo mi ser hasta que mi vida sea mero resplendor de la tuya. Resplandece a través de mí y sé en mí para que todas las almas que me rocen sientan tu presencia en mi alma.
¡Deja que alcen la mirada y ya no vean a mí, sino a Ti, Oh, Señor!
Quédate conmigo y empezaré a brillar como Tú brillas, con un brillo que iluminará a los demás.
Y esa luz, Oh Señor, saldrá de Ti, no será mía; serás Tú iluminando a los demás através de mí.
Deja que te glorifique como Tú más amas, iluminando a los que me rodean.
Deja que predique sin predicar, no a través de la palabra, sino de mi ejemplo, de una fuerza arrebatadora.
La influencia de la compasión en lo que hago, la patente plenitud que el amor de mi corazón te profeza.

(Cardenal Newman)

Oracion por nuestra familia


Padre Celestial, Tú que nos has dado un modelo de vida en la Sagrada Familia de Nazaret, ayúdanos, Padre amantísimo, a hacer de nuestra familia otro Nazaret donde reine el amor, la paz y la alegría.

Haz que sea profundamente contemplativa, intensamente ecuarística y vibrante de alegría. Ayúdanos a permanecer juntos en la alegría y en el dolor a través de nuestras oraciones en familia.

Enséñanos a ver a Jesús en los miembros de nuestra familia, especialmente en horas de aflicción.

Haz que el Corazón Eucarístico de Jesús conceda a nuestros corazones su docilidad y humildad. Y ayúdanos a llevar a cabo nuestras obligaciones familiares con santidad.

Haz que nos amemos los unos a los otros un poco más cada día como Dios nos ama a nosotros. Y que podamos perdonarnos unos a otros como tú perdonas nuestros pecados.

Ayúdanos, Padre amantísimo a tomar aquello que nos das y a dar lo que tú nos tomas con una sonrisa.

Corazón Imaculado de María, causa de nuestra alegría, ruega por nosotros.

San José, ruega por nosotros.

Santo Angel de la guarda permanece con nosotros, guíanos y protéjenos. Amén

domingo, 5 de julio de 2009

Primera ejercitación de oración

Durante este primer envío hemos reflexionado sobre lo importante que es dedicar un momento del día al encuentro personal con el Señor mediante la oración. Te invito a que esta semana trates de reorganizar tus horarios de modo que te asegures poder orar un ratito todos los días.
Para este fin como primera actividad piensa un horario fijo al que puedes dedicarte todos los días a orar y trata de ser fiel a él y además piensa un horario alternativo en el que puedas dedicarte a rezar si por algún imprevisto un día no puedes orar en el horario seleccionado.

Horarios de oración

Todos los días rezará a las………………………………………………….

Si por alguna razón un día en ese horario no puedo entonces mi horario de

Oración será………………………………………………………………..


En segundo lugar te pido que al realizar tu oración personal y definir el horario adecuado para hacerlo, también estés muy atenta a elegir el lugar correcto. Esta semana vamos a trabajar especialmente en la búsqueda de un lugar adecuado para la oración.

Emplea media hora para la oración (si te resulta dificultoso orar media hora divídalo en dos periodos de 15 minutos)

Un cuarto de hora en preparar el clima interior adecuado. Cada día, al finalizar la oración piensa en un compromiso para realizar al día siguiente para que la oración dé sus frutos y pídele a la virgen que te acompañe.

Primer día: Hoy te propongo que reces frente a Jesús en alguna capillita o Iglesia que te guste. En el primer momento de preparar el clima interior pídele a Jesús que te enseñe a orar así como lo hizo con sus discípulos. Anímate a hablar con Él como un amigo con el que quieres empezar una relación distinta basada en la ternura y la confianza mutua.

Segundo día: Hoy la propuesta es que reces al aire libre para que descubras que Dios está presente de un modo especial en la naturaleza. Sería bueno que puedas disfrutar de encontrarlo en todos lados, que te abandones a sentir su presencia en todo lo que te rodea.
Tercer día: Hoy vamos a rezar en algún lugar tranquilo de nuestra propia casa. Los puede ayudar prepararlo de alguna manera especial (una imagen de Jesús o de la Virgen, una vela, o cualquier otra cosa que simbolice para ustedes la presencia de Dios).

A partir del cuarto día trata de buscar diferentes lugares que te parezcan adecuados para probar distintas maneras de encontrarte con Dios. Este ejercicio es para que se te des cuenta de la importancia de elegir cuidadosamente el lugar para rezar y para que, a partir de ahora, ores en el lugar donde la presencia de Dios se te manifieste más claramente.

Cada mañana al levantarte reza el salmo 131 (La infancia espiritual) para recordar y rezar alguna frase durante todo el día, cada vez que lo necesiten.

Jesús elegia cuidadosamente el lugar de oración

La oración es algo tan importante que necesita un ambiente que la favorezca, que ayude al recogimiento y a la concentración.
Debemos aceptar ante todo esta indicación de Jesús: para orar hay que elegir un lugar y un tiempo adecuados, como Él lo hacía:
“Jesús se retiraba a lugares desiertos para orar”. (Lucas 5, 16)
“Jesús se retiró a una montaña para orar”. (Lucas 6, 12a)
“Por la mañana antes que amaneciera, Jesús se
levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando”. (Marcos 1, 35)
“Pasó toda la noche en oración”. (Lucas 6, 12b)

Estos no son detalles de poca importancia: el lugar y el tiempo nos condicionan siempre. Ciertamente deberíamos saber orar en cualquier lugar y en cualquier situación (Jesús oraba en la cruz... no era un lugar de delicias), pero cuando nos es posible escoger debemos hacerlo bien.
También el tiempo es importante: una cosa es orar con la cabeza llena de preocupaciones, y otra muy distinta hacerlo con la mente reposada.
Los discípulos se habían percatado de que Jesús pasaba las noches en oración, que oraba durante largo tiempo.
Ellos también estaban habituados a orar: en la sinagoga se oraba a base de salmos y bendiciones: (berakoth) oración vocal, intercalando prolongadas escuchas de la Palabra. Pero ellos percibían que en Jesús había algo nuevo, algo muy distinto. ¿Qué era? Ese permanecer tanto tiempo en oración les revelaba que Jesús poseía un secreto, una novedad, y ellos deseaban aprenderla. ¿Cómo hacer para poder estar ratos tan prolongados en silencio? ¿Qué hace durante estos ratos? Probablemente todas estas preguntas estén contenidas en su petición: “Maestro, enséñanos también a nosotros a orar”.
Quizás ellos esperaban de Jesús una receta para rezar, pero Jesús no se las da, no es su estilo. En cambio les indica una oración vocal, el Padre Nuestro. ¿Qué significa esto? Significa algo muy importante: que el Padre Nuestro no es tanto una oración vocal como una oración para sustentar el silencio. Más que una oración es una pista para orar. Sería necesario no rezar nunca el Padre Nuestro con apresuramiento como lo hacen frecuentemente tantos cristianos pues eso lo desfigura. La mejor manera de decirlo es recitarlo saboreando las palabras, deteniéndose en sus conceptos y en su contenido. Creo que quien se habitúa a rezarlo empleando al menos un cuarto de hora, se acerca realmente a lo que Jesús quiso enseñar.

Examinemos atentamente las palabras de Jesús: “Cuando oren, digan: ¡Padre!” ¡Esto basta! Da lugar a mucha reflexión. Hay que captar ante todo la lección: ¿cuál es el primer acto de la oración? La oración es una relación vital con Dios. Por eso debe ser un acto humano consciente, racional, no debe ser un acto mecánico. Quien hace de la oración un acto mecánico la desnaturaliza, la desfigura. Es “contacto vital con Dios”, no un contacto mecánico, anónimo, sin alma. Jesús nos enseña que la oración es relación, es intimidad, es profundización de la realidad de Dios. Enseñándonos a decir: ¡Padre!, Él nos enseña que en la oración hay que sentir el latido de un corazón de hijo. Jesús enseña que la oración es cordialidad, sencillez, abandono, humildad... es sentirnos hijos. Sentimos a Dios como Padre y nos sentimos a nosotros como sus hijos. Sin este clima no obedecemos a Jesús. Si en la oración no se enciende una chispa de ternura para con Dios, no estamos orando como Jesús enseña.
Debo sentirme “niño”, ser capaz de decir “papá”, esto es lo que Jesús quiere. Debo desterrar el orgullo, la presunción; el orgulloso no debería rezar.
Esta relación con Dios debe darme seguridad:
“¿Hay algún padre entre ustedes que cuando su hijo le pide pan le dé una piedra? ¿O que dé a su hijo una serpiente cuando le pide pescado? ¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre del cielo...”. (Lucas 11, 11 ss.)

Decir “Padre” significa tener seguridad, confianza, amor, abandono.

Si se da esta relación de ternura con Dios, se pueden afrontar los problemas más arduos, los momentos más difíciles, como lo hizo Jesús en Getsemaní.
“Abba, Padre, papá (Jesús usó precisamente esta palabra), todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya”. (Marcos 14, 36)
Cuando hay una relación profunda con Dios, basada en la comprensión de su paternidad y de su ternura, entonces la oración hace milagros. Pero para que la oración se torne relación de ternura se requieren reflexión y hondura, calma, silencio y amor; exige preparación y precisa un clima adecuado. Quien no lo comprenda no alcanzará la oración que Jesús enseña.