miércoles, 7 de octubre de 2009

La oración del cura de Ars

SAN JUAN MARÍA VIANNEY (1786-1859)

Decía: El hombre tiene un hermoso deber y obligación: orar y amar. Si oráis y amáis, habréis hallado la felicidad en este mundo. La oración no es otra cosa que la unión con Dios. Dios y el alma son como dos trozos de cera fundidos en uno solo, que ya nadie puede separar. Es algo muy hermoso esta unión de Dios con su pobre criatura: es una felicidad que supera toda comprensión.

Nosotros nos habíamos hecho indignos de orar, pero Dios, por su bondad, nos ha permitido hablar con Él. Nuestra oración es el incienso que más le agrada. Hijos míos, vuestro corazón es pequeño, pero la oración lo dilata y lo hace capaz de amar a Dios... En la oración, hecha debidamente, se funden las penas como la nieve ante el sol. Otro beneficio de la oración es que hace que el tiempo transcurra tan aprisa y con tanto deleite que no se percibe su duración. Hay personas que se sumergen en la oración como los peces en el agua, porque están totalmente entregadas al buen Dios. Su corazón no está dividido. ¡Cuánto amo a estas almas generosas! Pero nosotros, ¡cuántas veces venimos a la iglesia sin saber lo que hemos de hacer o pedir! Y, sin embargo, cuando vamos a casa de cualquier persona, sabemos muy bien para qué vamos. Hay algunos que, incluso, parece que le dijeran al buen Dios: Sólo dos palabras para deshacerme de ti. Muchas veces, pienso que, cuando venimos a adorar al Señor, obtendríamos todo lo que le pedimos, si se lo pidiéramos con una fe muy viva y un corazón muy puro .

El cura de Ars se dejaba embargar particularmente ante la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Ante el sagrario pasaba frecuentemente largas horas en adoración antes del amanecer o durante la noche; durante las homilías solía señalar el sagrario, diciendo con emoción: Él está ahí . Y ciertamente, él lo amaba y se sentía irresistiblemente atraído hacia el sagrario. En toda ocasión, él inculcaba a sus fieles el respeto y amor a la divina presencia eucarística, incitándolos a acercarse con frecuencia a la comunión, y él mismo daba ejemplo de esta profunda piedad. Para convencerse de ello, refieren los testigos, bastaba verle celebrar la santa misa y hacer la genuflexión, cuando pasaba delante del sagrario .

Como oraba Juan Pablo II

Toda su vida fue una continua oración. Era un hombre de oración. Se había consagrado a Jesús por María. Su vida era de Jesús y de María para servir a la Iglesia y a todos los hombres. ¡Cuánto amaba a Jesús y a María! Un detalle nos lo cuenta su médico personal, el doctor Renato Buzzonetti: El día del atentado (13-5-1981), en la ambulancia que lo llevaba al hospital, el Santo Padre daba ligeros gemidos e invocaba ininterrumpidamente en polaco: Jesús, María, Madre Mía . Las primeras palabras que dijo públicamente después de la operación, a raíz del atentado, fueron éstas: En unión con Cristo, sacerdote y víctima, ofrezco mis sufrimientos por la Iglesia y el mundo. Y a ti, Virgen María, te repito: Totus tuus ego sum (Soy todo tuyo) .

Su amor a Jesús lo manifestaba especialmente cada día en la celebración de la misa. Decía: Nada tiene para mí mayor sentido ni me da mayor alegría que celebrar la misa todos los días. Ha sido así desde el mismo día de mi ordenación sacerdotal (USA, 14-9-1987).

Para mí, el momento más importante y sagrado de cada día es la celebración de la Eucaristía. Jamás he dejado la celebración del santísimo sacrificio. La santa misa es el centro de toda mi vida y de cada día (27-10-1995). Desde los primeros años de sacerdocio, la celebración de la Eucaristía ha sido, no sólo el deber más sagrado, sino sobre todo la necesidad más profunda del alma... El misterio eucarístico es el corazón palpitante de la Iglesia y de la vida sacerdotal .

En mi capilla privada, no solamente rezaba, sino que me sentaba y escribía. Allí escribía mis libros... Estoy convencido de que la capilla es un lugar del que proviene una especial inspiración. Es un enorme privilegio poder vivir y trabajar al amparo de esta presencia de Jesús . ¡Cómo no sentir una renovada necesidad de estar largos ratos en conversación espiritual, en adoración silenciosa, en actitud de amor, ante Cristo presente en el Santísimo Sacramento! ¡Cuántas veces he hecho esta experiencia y en ella he encontrado fuerza, consuelo y apoyo! .

Juan Pablo II, el gran devoto de María, que decía frecuentemente: El rosario es mi oración predilecta. Un hombre de Dios, que sabía amar a todos sin excepción, y que nos enseña a llevar una vida llena de Dios, de amor y de oración.

Necesidad de orar

La oración es el alimento del alma y la energía del espíritu. Sin la oración no podemos vivir espiritualmente e iremos muriendo poco a poco en el alma. Dice el Catecismo de la Iglesia católica: Orar es una necesidad vital… Quien ora se salva y quien no ora se condena ciertamente, como decía san Alfonso María de Ligorio (Cat 2744). Por eso, dice el mismo Catecismo que es necesario acordarse de Dios más a menudo que de respirar (Cat 2697). Chiara Lubich, la fundadora del Movimiento de los Focolares, decía: La oración es la respiración del alma, el oxígeno de toda la vida sobrenatural. La expresión de nuestro amor a Dios, el carburante de toda nuestra actividad

Gandhi escribió en su Diario: La oración es más necesaria al alma que el alimento para el cuerpo, porque el cuerpo puede ayunar, pero el alma no. Orar es como abrir una botella de perfume para que su fragancia se extienda durante todo el día. Todo el día debe quedar perfumado por la oración de la mañana. Por eso, es imprescindible la oración diaria. Sus efectos no sólo son beneficiosos para el alma, sino también para el cuerpo.

El gran convertido Alexis Carrel, premio Nóbel de Medicina, decía: El influjo que la oración ejerce sobre el espíritu y el cuerpo del hombre puede demostrarse con tanta facilidad coma la secreción de sus glándulas, sus efectos se miden por un aumento de energía física, de vigor intelectual, de fuerza moral y por una comprensión más profunda de las realidades fundamentales.

El que se habitúa a orar con sinceridad, siente pronto cómo su vida queda profunda y claramente transformada. La oración marca con su sello indeleble las acciones y los modales del hombre... La oración es una fuerza tan real como pueda serlo la gravitación universal. En el ejercicio de mi profesión he visto a muchos hombres hacerse superiores a la enfermedad y a la depresión que la acompaña, cuando habían ya fracasado todos los recursos de la terapéutica, gracias al esfuerzo sereno de la oración...

La oración es un acto propio del hombre maduro que es indispensable para el completo desarrollo de la personalidad .

Ahora bien, algunos van a orar y no oran porque no ponen de su parte y se dejan simplemente llevar de su imaginación o del sueño. Y es como ir a comer y no comer o que no nos aproveche la comida. La oración requiere atención de nuestra parte. Quizás podemos ayudarnos de algunas cosas para centrar la atención. Se pueden escribir todos los afectos y sentimientos, que tenemos hacia el Señor como si estuviéramos hablando con Él. Quizás nos puede ayudar leer un libro para que nos suscite algún pensamiento, del que nos sirvamos para hablar con Jesús. Pero orar es distinto de lectura espiritual. Si sólo se hacen reflexiones espirituales sobre lo leído, todo puede quedar en una fría gimnasia mental. Lo importante es que la lectura sirva de pie para amar al Señor. Por tanto, hay que dejar la lectura, cuando tengamos algo que conversar o que decir a raíz de lo leído. Porque una oración sin comunicación amorosa con Dios no es buena oración. La oración es amor y, cuanto más amor, mejor será la oración. Para ello hay que dedicar algún tiempo, exclusivamente para orar. No basta decir, como una vez escuché a cierto sacerdote: Todo el día estoy en oración, porque todo el día estoy hablando de Dios. Sí, hablaba mucho de Dios, pero no hablaba con Dios. Y hay muchos que pueden hacer muchas buenas actividades y caer en la herejía de la acción: hacer muchas cosas buenas, pero no orar. Y hay que dedicar tiempo para estar a solas con Dios.

El 6 de agosto de 1981, el padre Arrupe, general de la Compañía de Jesús, les decía a los jesuitas de Bangkog en Tailandia: Orad mucho. Los problemas no se resuelven con esfuerzo humano. Tenemos muchas reuniones y encuentros, pero no oramos bastante. Hay que orar más . Jesús nos dice: Pedid y recibiréis (Mt 7, 7)

Muchas cosas no recibimos, porque no las pedimos. O como decía aquella madre, cuyo hijo se salvó milagrosamente, después de haber estado 20 minutos bajo el agua en una piscina: Muchos niños mueren, porque sus padres no rezan. Dios deja de hacer muchos milagros en el mundo, porque muchos no tienen la fe suficiente para pedir un milagro. Pero la oración no es sólo para momentos de necesidad. La oración es el alimento diario del alma. Por eso, es imprescindible en la vida espiritual. Sin oración, nuestra alma estará vacía y sin luz. La oración es algo de vida o muerte. Sin oración, estaremos muertos por dentro. Pero no olvidemos que oración no es simplemente una comunicación con Dios de tipo administrativo para informarle de lo que hacemos o de lo que necesitamos. Orar es una comunicación amorosa con nuestro Padre Dios. Sin amor no habrá verdadera oración.

Extraido del sitio www.libroscatolicos.org libro "La oración del corazón"

domingo, 4 de octubre de 2009

El problema del perdón

Pocas veces somos ofendidos; muchas veces nos sentimos ofendidos.
Perdonar es abandonar o eliminar un sentimiento adverso contra el hermano.
¿Quién sufre: el que odia o el que es odiado? El que es odiado vive feliz, generalmente, en su mundo. El que cultiva el rencor se parece a aquél que agarra una brasa ardiente o al que atiza una llama. Pareciera que la llama quemara al enemigo; pero no, se quema uno mismo. El resentimiento sólo destruye al resentido.
El amor propio es ciego y suicida: prefiere la satisfacción de la venganza al alivio del perdón. Pero es locura odiar: es como almacenar veneno en las entrañas. El rencoroso vive en una eterna agonía.
No hay en el mundo fruta más sabrosa que la sensación de descanso y alivio que se siente al perdonar, así como no hay fatiga más desagradable que la que produce el rencor. Vale la pena perdonar, aunque sea solo por interés, porque no hay terapia más liberadora que el perdón.
No es necesario pedir perdón o perdonar con palabras. Muchas veces basta un saludo, una mirada benevolente, una aproximación, una conversación. Son los mejores signos de perdón.
A veces sucede esto: la gente perdona y siente el perdón; pero después de un tiempo, renace la aversión. No asustarse. Una herida profunda necesita muchas curaciones. Vuelve a perdonar una y otra vez hasta que la herida quede curada por completo.

Ejercicios de perdón
1. Ponte en el espíritu de Jesús, en la fe. Asume sus sentimientos. Enfrenta (mentalmente) al "enemigo" mirándolo con los ojos de Jesús, sintiéndolo con los sentimientos de Jesús, abrazándolo con los brazos de Jesús, como si "fueras" Jesús.
Concentrado, en plena intimidad con el Señor Jesús (colocado el "enemigo" en el rincón de la memoria), di al Señor: "Jesús, entra dentro de mí. Toma posesión de mi ser. Calma mis hostilidades. Dame tu corazón pobre y humilde. Quiero sentir por ese "enemigo" lo que Tú sientes por él; lo que Tú sentías al morir por él. Puestos en alta fusión tus sentimientos con los míos, yo perdono (juntamente contigo), yo amo, yo abrazo a esa persona. Ella-Tú-Yo, una misma cosa. Yo-Tú-ella, una misma unidad".
Repetir estas o semejantes palabras durante unos treinta minutos.

2. Si comprendiéramos, no haría falta perdonar. Trae a la memoria al "enemigo" y aplícale las siguientes reflexiones:
Fuera de casos excepcionales, nadie actúa con mala intención. ¿No estarás tú atribuyendo a esa persona intenciones perversas que ella nunca las tuvo? Al final, ¿quién es el equivocado? Si él te hace sufrir, ¿ya pensaste cómo tú le harás sufrir a él? ¿Quién sabe si no dijo lo que te dijeron que dijo? ¿Quién sabe si lo dijo en otro tono o en otro contexto?
El parece orgulloso; no es orgullo, es timidez. Parece un tipo obstinado; no es obstinación, es un mecanismo de autoafirmación. Su conducta parece agresiva contigo; no es agresividad, es autodefensa, un modo de darse seguridad, no te está atacando, se está defendiendo. Y tú estás suponiendo perversidades en su corazón.

¿Quién es el injusto y el equivocado?
Ciertamente, él es difícil para ti; más difícil es para sí mismo. Con su modo de ser sufres tú, es verdad; más sufre él mismo. Si hay alguien interesado en este mundo en no ser así, no eres tú; es él mismo. Le gustaría agradar a todos; no puede. Le gustaría vivir en paz con todos; no puede. Le gustaría ser encantador; no puede. Si él hubiera escogido su modo de ser, sería la criatura más agradable del mundo. ¿Qué sentido tiene irritarse contra un modo de ser que él no escogió? ¿Tendrá él tanta culpa como tú presupones? En fin de cuentas, ¿no serás Tú, con tus suposiciones y repulsas, más injusto que él? Si supiéramos comprender, no haría falta perdonar.

3. Se trata de un acto de dominio mental por el que desligamos la atención de la persona enemistada. Consiste, pues, en interrumpir ese vínculo de atención (por el que tu mente estaba ligada a esa persona) y quedarte tú desvinculado de él, y en paz.
No consiste, pues, en expulsar violentamente de la mente a esa persona, porque en ese caso se fijará más. Se trata de suspender por un momento la actividad mental, de hacer un vacío mental, y el "enemigo" desaparece. Volverá de nuevo. Suspende otra vez la actividad mental o desvía la atención hacia otra cosa.
Hay unos cuantos verbos populares que significan este perdón: desligar: se liga, se desliga la atención. Desprender: se prende, se desprende. Soltar: se te agarra (el recuerdo), suéltalo. Dejar. Olvidar.
Como se ve, no es un perdón propiamente tal, pero tiene sus efectos. Puede ser el primer paso, sobre todo cuando la herida es reciente.

Primeros pasos en la oración

Para dar los primeros pasos nos vamos a apoyar en la Palabra, como puente de unión entre el alma y Dios. Ya que orar no es fácil, la paciencia, la constancia y la esperanza nos ayudarán permanentemente en el camino de la oración. Necesitamos PAZ. Un cristiano poblado de cargas, agresivas, mal humor, resentimientos, no puede entrar en el recinto de la Paz que es Dios. Para pacificar el alma, existen unos ejercicios de abandono, de purificación profunda, que nos dispondrán a que haya una verdadera comunicación con nuestro Dios. Necesitamos CALMA. Un cristiano dominado por la dispersión interior, desintegrado por la agitación y el nerviosismo no puede llegar a la unión transformante con Dios. Necesitamos además UNIDAD INTERIOR. Grandes olas se levantan en la navegación espiritual, distracciones, preocupaciones, angustias, sequedades, arideces... ¿que hacer? La gracia ofrece un abanico ilimitado de posibilidades con un algo de oración, sin perseverancia ni disciplina, no esperemos una fuerte experiencia de Dios, tampoco esperemos vidas transformadas, Necesitamos disciplina y sobre todo perseverancia, aunque no tengamos ganas de orar insistir...., seguir orando... ¡Esa es la clave! Aunque orar es fundamentalmente obra de la gracia, es también un arte, y como cualquier actividad humana necesita de normas de aprendizaje. ORAR BIEN EXIGE MÉTODO, ORDEN Y DISCIPLINA, en una palabra TÉCNICA. Pero la técnica sin la gracia no logrará ningún resultado. El proceso de orar, de llegar a la intimidad con Dios, es lento y evolutivo, dura toda la vida necesitamos perseverancia, paciencia y orden."Guarda el orden y el orden te guardará a ti" comienza por separar un tiempo, diariamente para la oración y poco a poco verás los resultados.

(Extraido del libro Encuentro: Manual de oracion P. Larrañaga)

Oración de sanación interior

Padre de bondad, Padre de amor, te bendigo, te alabo y te doy gracias porque por amor nos diste a Jesús.
Gracias Padre porque a la luz de tu Espíritu comprendemos que Él es la luz, la verdad y el buen pastor, que ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia.
Hoy, Padre me quiero presentar delante de ti, como tu hijo, tú me conoces por mi nombre. Pon tus ojos de Padre amoroso en mi vida. Tú conoces mi corazón y conoces las heridas de mi historia. Tú conoces todo lo que he querido hacer y no lo he hecho. Conoces también lo que hice o me hicieron lastimándome. Tú conoces mis limitaciones, errores y mi pecado. Conoces los traumas, miedos, nerviosismos, depresiones y complejos de mi vida.

Hoy Padre, te pido que por el amor que le tienes a tu hijo Jesucristo, derrames tu Santo Espíritu sobre mí, para que el calor de tu amor sanador, penetre en lo más intimo de mi corazón (pausa). Tú que sanas los corazones destrozados y vendas las heridas, sáname aquí y ahora de mi alma, mi mente, mi memoria, mi concupiscencia y todo mi interior.

Entra en mí, Señor Jesús, como entraste en aquella casa donde estaban tus discípulos llenos de miedo. Tú te apareciste en medio de ellos y les dijiste: “no tengan miedo, paz a vosotros”. Entra en mi corazón y dame tu paz. Lléname de amor (meditación).

Sabemos que el amor echa fuera el temor. Pasa por mi vida y sana mi corazón. Sabemos, Señor Jesús, que tú lo haces siempre que te lo pidamos, y te lo estoy pidiendo con María, mi Madre, la que estaba en las bodas de Caná, cuando no había más vino y tú respondiste su deseo, transformando el agua en vino (meditación).
Cambia mi corazón y dame un corazón generoso, un corazón afable, un corazón bondadoso, dame un corazón nuevo. Haz brotar en mí los frutos de tu presencia. Dame el fruto de tu Espíritu que es amor, paz, alegría.

Haz que venga sobre mí el Espíritu de las bienaventuranzas, para que pueda saborear y buscar a Dios cada día, viviendo sin complejos ni traumas junto a los demás, junto a mi familia, junto a mis hermanos. (Meditación).

Te doy gracias, Padre, por lo que estás haciendo hoy en mi vida. Te doy gracias de todo corazón, porque tú me sanas, porque tú me liberas, porque tú rompes las cadenas y me das la libertad.
Gracias, Señor Jesús, porque soy templo de tú Espíritu y este templo de tu Espíritu no se puede destruir porque es la Casa de Dios. Te doy gracias, Espíritu Santo, por la fe. Gracias por el amor que has puesto en mi corazón ¡Qué grande eres, Señor Dios Trino y Uno! ¡Bendito y alabado seas, Señor!
Amen.

La Sanación interior

Es un proceso que por medio de la oración, hace posible que Jesús sane las heridas del pasado y las llene de su amor incondicional.
Esto nos capacita para vivir plenamente, ya que las experiencias que vivimos en el pasado y las carencias que tuvimos nos bloquean para alcanzar una mayor plenitud de vida, y nos impiden tener el gozo, la alegría y la paz en el momento presente.
En el proceso de curación interior, por la fe, invitamos a Jesús a ir a cualquier momento de nuestra vida pasada en que fuimos lastimados, para que nos libere de los efectos negativos y nos sane las memorias dolorosas. Jesús puede hacer esto porque él es Dios y vive en un eterno presente. Él es el mismo ayer, hoy y siempre.
La curación interior es un camino que se va recorriendo día a día con la ayuda de Jesús y en perdonar y ser perdonados. No es una experiencia aislada, es un proceso profundo y eficaz.
Este proceso consiste de dos etapas: la primera es la liberación de todo mal que nos estorba: miedo, rechazo, resentimiento, odios, culpa, enojo, confusión, angustia, depresión, etc. Es como una cirugía de tipo espiritual, Jesús es nuestro Salvador, El tiene poder de liberarnos de todo lo que nos oprime y daña.
La segunda etapa es la curación de memorias; consiste en traer el amor sanador de Jesús a la persona que esta abierta a recibirlo. Jesús puede ir a través del tiempo y del espacio, a cualquier momento de nuestra vida. Él puede sanar las raíces del pasado y las heridas que estas raíces nos ocasionan.
La sanación interior consiste en depositar en las manos de Jesús todas nuestras heridas, para que nos libere de ellas y dejemos entrar en nuestra vida la luz y el amor de Dios.
La curación interior es tan real, que cuando la experimentamos ya no volveremos a recordar las heridas del pasado con el dolor con que lo hacíamos. Seguimos recordando, pero con la paz que Jesús nos da.
Este proceso de sanación puede darse de muchas maneras: podemos pedirle a Jesús que se haga presente en el momento del trauma o de la herida, para que podamos revivir la escena con sus ojos y en su compañía. También podemos ir nosotros a una escena de la vida de Jesús, para ver como vivió él esa circunstancia semejante; si hemos sido traicionados, podemos ver como vivió Jesús la traición de los suyos. Si hemos sido abandonados, ver como vivió él el abandono. Tratemos de ver y oír lo que él nos quiere decir a través de la Escritura.
Podemos pedirle a Jesús, sencillamente que sane las heridas o el trauma. Podemos recorrer nuestra vida, rogando a Jesús que la vaya llenando de amor en esos años en que no nos sentimos amados. Existen tantas formas de orar como el Espíritu Santo inspire. Sin embargo en todas las formas de oración existe la necesidad de perdón. Necesitamos perdonar a quienes nos hayan lastimado y ofendido, y ello puede hacerse paso a paso con la ayuda y presencia de Jesús; también necesitamos pedir perdón por el daño que hayamos hecho, voluntaria e involuntariamente.
Un proceso de sanación interior realmente profundo debe incluir la recepción del Sacramento de la Penitencia, que puede borrar completamente nuestros pecados y liberarnos de la culpa que sintamos por haberlos cometido. El perdón abre la compuerta de las gracias que Dios derrama en los corazones contritos y humillados.
La oración de sanación interior es maravillosa, ya que nos ayuda a despertar cada día con el entusiasmo de descubrir las maravillas de Dios para conmigo, es buscar lo bueno que hay en mí y en otros, de que puedo vivir con alegría, deseo de superación, paz y con la capacidad de amar.

La oración de súplica

Es aquella que dirigimos a Dios presentandole nuestras dificultades, aflicciones, temores, deseos, anhelos,y todo lo que esperamos alcanzar con su ayuda en aquellas situaciones desagradables que vivimos.
Antes de suplicar a Dios debemos discernir la conveniencia o no de nuestra petición a Dios puesto que muchas de las cosas que solemos pedir dependen de nuestro esfuerzo personal más que de la interveción divina.

Oracion de Intercesion

La oración de intercesión es aquella que nos desprende de nosotros mismos y nos une a las necesidades del projimo por quien nos proponemos rezar.
Este tipo de oración no juzga los méritos o demeritos del projimo sino que pasa por encima de sus miserias y flaquezas,para con amor, desprendimiento y compasión asumir sus dolores y pedir incesantemente a Dios por su alivio y salvación como su fuese un beneficio para uno mismo.
La oración de intercesión nos coloca como en un canal entre Dios y persona por quienes estamos intercediendo. Esta actitud de renuncia de nuestras propias intenciones y necesidades personales,, pidiendo beneficios y gracias por los otros menos favorecidos agrada a Dios y nos hace personas beneficiadas por El.
Debemos pedir por los hermanos más alejados, necesitados, aquellos que no tienen a quien recurrir, pidiendo el alivio y la gracia de Dios para ellos.
Por medio de esta oración se abrirá nuestra mente y nuestro corazón hacia el prójimo haciendonos ver la necesidad de que seamos verdaderamente hermanos.

(Extraido del Libro "Orar con eficacia y poder" Ed Claretiana