domingo, 23 de agosto de 2009

Testimonio del poder de la alabanza: superando una crisis matrimonial

Mi matrimonio estaba atravesando una crisis profunda. Yo pensaba que esto se debía a los problemas laborales por los que estaba pasando mi esposo.
En ese tiempo me invitaron a participar en el taller de alabanza guiado por el padre Gustavo Jamut y por algunos servidores de su comunidad.
Allí comprendí que yo nunca había alabado a Dios por la vida de mi esposo, ni le había agradecido suficientemente todo lo que había recibido de él en los veinte años de casada. Tampoco había alabado a Dios por el regalo del sacramento del matrimonio. El motivo era muy sencillo: yo no sabía alabar y menos aun que la oración de alabanza me podía ayudar a unirme más a Dios y ver las cosas de modo diferente.
Por eso, después del taller decidí alabar a Dios diariamente por su bondad manifestada en tantos regalos que me hacía. También empecé a alabarlo por la vida de mi esposo y por mi matrimonio. Y al cuarto día de oración comencé a ver las cosas con una nueva luz y me di cuenta de que la crisis de nuestro matrimonio no se debía a problemas económicos sino que venía de mucho antes.
Así como no alababa a Dios tampoco elogiaba a mi esposo por las cosas buenas que hay en él o por sus logros. Al contrario, más bien era de quejarme y de echarle en cara las cosas que no me gustaban.
Asumí que tenía que pedirle perdón a Dios y a mi esposo. Me confesé pero tardé alrededor de 15 días en disculparme con mi esposo.
En todo ese momento no dejé de alabar a Dios y fui notando que cada día gozaba de más alegría y vitalidad y empezaba a ver a mi esposo de modo diferente y mostrarme más afectuosa con él. Asimismo, él notó el cambio en mí porque ya no estaba a la defensiva y se volvía más comunicativo.
Cuando finalmente me animé a hablar con él sobre todo esto y pedirle perdón sentí que me sacaba un peso de encima y advertí que en estos días la alabanza no solo había producido cambios en mi corazón sino también en él.
Hoy esa crisis está superada. De vez en cuando aparecen otras pero ya hemos aprendido a derrotarlas por medio de la oración de alabanza.

Textos extraídos del libro “Rosario de Alabanzas” del P. Gustavo Jamut.

Todos los pueblos alaben a Dios

Oh Dios que te alaben todos los pueblos;
¡Que todos los pueblos te alaben! (Salmo 67, 4)

Todos los pueblos alaben a Dios: Acaba de resonar la voz del antiguo salmista, que ha elevado al Señor un canto jubiloso de acción de gracias. Es un texto breve y esencial, pero que se abre a un inmenso horizonte, hasta abarcar idealmente a todos los pueblos de la tierra.
Con estas palabras el Papa, Juan Pablo II comenzó la catequesis del 9 de octubre de 2002, animando al pueblo de Dios para abrirse a la alanza.
Además, el Santo Padre, apoyándose en San Agustí cuando comentaba el salmo 67 (66) nos recordaba que la alabanza es liberadora, es decir que todo aquello que hace daño y nos abre a las bendiciones que Dios quiere derramar.
Pero además es la misma gracia de Dios la que nos abre a la alabanza. En efecto, la práctica de la alabanza consiste en:
1. Reconocer la Gloria de Dios: La Alabanza nos saca de nosotros mismos y nos centra en Dios. La alabanza consiste en glorificar y celebrar a Dios por lo que él es, a través de la proclamación de sus atributos divinos y maravillosos.
2. Darle gracias a Dios por sus maravillas: La alabanza es un reconocimiento del trabajo que el Señor hace de nosotros, para nosotros, y a través de nosotros. Darle gracias consiste en retornar al Señor su Gloria por sus maravillas, sin adueñarnos de lo que a él le pertenece. La alabanza es un camino para la humildad.
3. Reconocer que de él procede la bendición divina: La alabanza es el reconocimiento de que todo bien procede de Dios. Es proclamar la fidelidad de Dios que se manifiesta en sus bendiciones.

Alabar a Dios en las contrariedades
A medida que nos tomamos el tiempo para observar la belleza de la creación y contemplar que todo lo creado, de un modo u otro, alaba al creador, surge en nosotros el deseo de entrar en armonía con todas las obras del Señor y empezar a alabarlo.
El espíritu de alabanza nos debe acompañar no sólo en los momentos de serenidad y bonanza, sino también en los momentos de dificultad y crisis, sirviéndonos de fortaleza y guía para superar los escollos de la vida.
Por ejemplo, cuando surja en su trabajo o en su hogar, un contratiempo, usted al empezar a alabar en lugar de quedar atrapado en el enojo, el dolor o el temor, percibirá una fuerza interior que lo ayudará a superar la primera reacción negativa. Recuperará así, el equilibrio emocional y tendrá una visión clara para superar la situación de crisis..
Cuando alabamos a Dios en las contrariedades, estamos proclamando victoria sobre esa situación que nos preocupa o que nos duele, pues por medio de la alabanza reconocemos que Dios es más grande que la dificultad y que siempre está a nuestro lado.

La oración de alabanza

Llamamos alabanza a toda oración que brota espontáneamente de nuestros labios para exaltar las obras de Dios, atribuyéndole a El, junto con toda la grandeza, belleza y esplendor de su creación.

Cuanto más alabamos a Dios, más percibimos su presencia en nuestro medio, en el ambiente en que vivimos y, personalmente, en nosotros mismos, pues la alabanza nos revela la obra de Dios y la que nosotros, la raza humana, somos la obra principal.

La alabanza nos libera. Por estar dirigida exclusivamente a Dios, nos saca del centro de nuestras atenciones, que tantas veces nos hacen personas ciegas, egoístas, cerradas en sí mismas y esclavas de sus “mundos”, pequeños y mezquinos, más repleto de afectaciones y vanidades.

La alabanza puede aliviar esos dolores y convencernos de que para cada mal aparente, Dios siempre nos reserva un bien mayor y permanente.

La oración de alabanza es un bálsamo para nuestras heridas espirituales más malignas, un estimulo para nuestros grandes y decepcionantes fracasos, una inyección de ánimo para nuestras más profundas decepciones y amarguras.

Es importante que diariamente hagas la experiencia de comenzar tus oraciones personales con momentos de intensa alabanza, preparando así tu corazón para que de él broten tus súplicas y oraciones más sinceras, dirigidas a Dios.

Aprendiendo a orar con los Salmos

Tú puedes encontrar una inspiración para desarrollar una alabanza profunda y beneficiosa utilizando cada uno de los muchos salmos de alabanza que la Biblia presenta, tratando de actualizar y personalizar algunas de las citas.

Por ejemplo, tómenos el salmo 91 que en sus primeros versículos dice:

Es bueno alabar al Señor, y

Cantar, Dios altísimo, a tu Nombre;

Proclamar tu amor de madrugada,

Y tu fidelidad en las vigilias de la noche,

Con el arpa de diez cuerdas y la lira,

Con música de citara.

Tú me alegras, Señor, con tus acciones,

Cantaré jubiloso por la obra de tus manos (Salmo 91, 2-5)

Toma ahora una hoja de papel en blanco y copia ese Salmo, escribiendo en lugar de arpa de diez cuerdas el nombre de los instrumentos musicales que actualmente, utilizamos para alabar al Señor, haz lo mismo con la palabra cítara. Usando tu creatividad recuerda los innumerables instrumentos musicales utilizados en tu iglesia que nos ayudaban a alabar a Dios.

Después de copiar la frase: “tú me alegras, Señor con tus acciones”, enumera todo el bien que has hecho en tu vida. Continúa citando en voz alta y anotando en la hoja de papel todos estos hechos y agradeciendo a él de todo corazón por ello. Veras cuantas cosas ha hecho Dios a tu favor en tu vida y que, muchas veces, pasan desapercibidas.

A continuación, al transcribir en el papel: “cantaré jubiloso por la obra de tus manos”, sal de ti mismo, mira a tu alrededor y exalta a Dios por las grandes obras que El hace en la actualidad.

Terminado esto en voz alta el Salmo modificado y transformado en oración personalizada procura interiorizar cada vez más tus palabras.

Busca otros salmos y haz nuevamente esta experiencia de alabanza. Siempre después de una buena oración de alabanza sentirás una profunda sensación de paz interior.


Extraido del libro “Orar con eficacia y poder” A. M. Kather Filho. Ed claretiana, 2009