jueves, 6 de mayo de 2010
Oración al Padre Pio por los enfermos
Asiste desde el cielo a todos los enfermos del mundo; sostiene a
quienes han perdido toda esperanza de curación; consuela a quienes
gritan o lloran por sus tremendos dolores; protege a quienes no
pueden atenderse o medicarse por falta de recursos materiales o
ignorancia; alienta a quienes no pueden reposar porque deben
trabajar; vigila a quienes buscan en la cama una posición menos
dolorosa; acompaña a quienes ven que la enfermedad frustra sus
proyectos; alumbra a quienes pasan una "noche oscura" y desesperan;
toca los miembros y músculos que han perdido movilidad; ilumina a
quienes ven tambalear su fe y se sienten atacados por dudas que los
atormentan; apacigua a quienes se impacientan viendo que no mejoran;
calma a quienes se estremecen por dolores y calambres; concede
paciencia, humildad y constancia a quienes se rehabilitan; devuelve
la paz y la alegría a quienes se llenaron de angustia; disminuye los
padecimientos de los más débiles y ancianos; vela junto al lecho de
los que perdieron el conocimiento; guía a los moribundos al gozo
eterno; conduce a los que más lo necesitan al encuentro con Dios;
bendice abundantemente a quienes los asisten en su dolor, los
consuelan en su angustia y los protegen con caridad.
Amén
miércoles, 5 de mayo de 2010
Enseñanzas paulinas sobre la oración
a) Oración y experiencia espiritual. No es posible separar la enseñanza de san Pablo de su experiencia espiritual. Él no enseña cosas diversas de aquellas que adquirió antes espiritualmente: <<El gran apóstol de los gentiles, Pablo, no sólo era movido apasionadamente por las ideas que predicaba, mas el movimiento mismo de sus ideas puede comprenderse –en buena parte- sólo en base a su experiencia íntima, personal>>[1]. Por esta razón, su oración está plenamente entrelazada con su enseñanza y este hecho se refleja en alguna de sus cartas. La experiencia espiritual que nutre la vida de oración de san Pablo, comienza en el camino a Damasco. Es la visión de Jesús lo que constituye el elemento decisivo, el secreto de la vida espiritual del apóstol. La visión del Señor define su vocación y le enseña una triple verdad: 1) El Cristo de los cristianos ha resucitado; 2) Él es el Señor (Dios); 3) Él vive en la comunidad cristiana a
b) Cristo, centro de
c) El Espíritu Santo, autor principal de
La oración cristiana es una oración en el Espíritu: <<Eleven constantemente toda clase de oraciones y súplicas, animados por el Espíritu>> (Ef 6, 18). Sobre todo porque <<incita a
Finalmente, el Espíritu Santo, Espíritu del Hijo, hace descubrir al hombre espiritual el misterio de su condición de hijo de Dios y lo impulsa a dirigirse a Dios como Padre. La oración es el grito que brota de este descubrimiento y de este amor. <<De cualquier modo, entonces, el Espíritu Santo transfiere a nuestros corazones la oración del Hijo, que dirige el grito al Padre>>[4]. Justo por esto, san Pablo no dice solo que el Espíritu <<ora en nosotros>>, sino también que grita en nosotros. La oración cristiana es la invocación del niño, la aspiración del hijo que tiende al Padre: es al mismo tiempo del Espíritu Santo y de nuestro espíritu, pero unificada en un solo acto, al punto que san Pablo puede decir que el Espíritu es el que grita en nosotros: <<Y la prueba de que ustedes son hijos, es que Dios infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo: ¡Abbá!, es decir, ¡Padre!>> (Gal 4, 6), como que nosotros gritamos en el Espíritu: <<Hemos recibido un espíritu de hijos adoptivos por medio del cual gritamos: ¡Abbá!, ¡Padre! El Espíritu mismo certifica a nuestro espíritu que somos hijos de Dios>> (Rom 8, 15-16).
d) Oración y gratitud. No hay autor del Nuevo Testamento que haya dado al agradecimiento la importancia que el apóstol le otorga en sus escritos, en los que al término griego eucharistia, <<agradecimiento>>, recurre 12 veces, y eucharisteô, <<agradecer>>, 24 veces. Estos términos son los más usados por San Pablo para significar la oración, más aún que las palabras mismas “orar” y “oración”. Esto equivale a reconocer que San Pablo no concibe la oración cristiana fuera de la clave de
Por otra parte, San Pablo ha percibido más que nadie que la oración y la vida cristiana constituyen una realidad inseparable, porque ambas consisten, esencialmente, en agradecerLe a Dios. Él, de hecho, enseña que la vida cristiana debe ser un culto espiritual que prolonga el sacrificio eucarístico: <<Por lo tanto, hermanos, yo los exhorto por la misericordia de Dios a ofrecerse ustedes mismos como una víctima viva, santa y agradable a Dios: este es el culto espiritual que deben ofrecer>> (Rom 12, 1).