La oración es el alimento del alma y la energía del espíritu. Sin la oración no podemos vivir espiritualmente e iremos muriendo poco a poco en el alma. Dice el Catecismo de la Iglesia católica: Orar es una necesidad vital… Quien ora se salva y quien no ora se condena ciertamente, como decía san Alfonso María de Ligorio (Cat 2744). Por eso, dice el mismo Catecismo que es necesario acordarse de Dios más a menudo que de respirar (Cat 2697). Chiara Lubich, la fundadora del Movimiento de los Focolares, decía: La oración es la respiración del alma, el oxígeno de toda la vida sobrenatural. La expresión de nuestro amor a Dios, el carburante de toda nuestra actividad
Gandhi escribió en su Diario: La oración es más necesaria al alma que el alimento para el cuerpo, porque el cuerpo puede ayunar, pero el alma no. Orar es como abrir una botella de perfume para que su fragancia se extienda durante todo el día. Todo el día debe quedar perfumado por la oración de la mañana. Por eso, es imprescindible la oración diaria. Sus efectos no sólo son beneficiosos para el alma, sino también para el cuerpo.
El gran convertido Alexis Carrel, premio Nóbel de Medicina, decía: El influjo que la oración ejerce sobre el espíritu y el cuerpo del hombre puede demostrarse con tanta facilidad coma la secreción de sus glándulas, sus efectos se miden por un aumento de energía física, de vigor intelectual, de fuerza moral y por una comprensión más profunda de las realidades fundamentales.
El que se habitúa a orar con sinceridad, siente pronto cómo su vida queda profunda y claramente transformada. La oración marca con su sello indeleble las acciones y los modales del hombre... La oración es una fuerza tan real como pueda serlo la gravitación universal. En el ejercicio de mi profesión he visto a muchos hombres hacerse superiores a la enfermedad y a la depresión que la acompaña, cuando habían ya fracasado todos los recursos de la terapéutica, gracias al esfuerzo sereno de la oración...
La oración es un acto propio del hombre maduro que es indispensable para el completo desarrollo de la personalidad .
Ahora bien, algunos van a orar y no oran porque no ponen de su parte y se dejan simplemente llevar de su imaginación o del sueño. Y es como ir a comer y no comer o que no nos aproveche la comida. La oración requiere atención de nuestra parte. Quizás podemos ayudarnos de algunas cosas para centrar la atención. Se pueden escribir todos los afectos y sentimientos, que tenemos hacia el Señor como si estuviéramos hablando con Él. Quizás nos puede ayudar leer un libro para que nos suscite algún pensamiento, del que nos sirvamos para hablar con Jesús. Pero orar es distinto de lectura espiritual. Si sólo se hacen reflexiones espirituales sobre lo leído, todo puede quedar en una fría gimnasia mental. Lo importante es que la lectura sirva de pie para amar al Señor. Por tanto, hay que dejar la lectura, cuando tengamos algo que conversar o que decir a raíz de lo leído. Porque una oración sin comunicación amorosa con Dios no es buena oración. La oración es amor y, cuanto más amor, mejor será la oración. Para ello hay que dedicar algún tiempo, exclusivamente para orar. No basta decir, como una vez escuché a cierto sacerdote: Todo el día estoy en oración, porque todo el día estoy hablando de Dios. Sí, hablaba mucho de Dios, pero no hablaba con Dios. Y hay muchos que pueden hacer muchas buenas actividades y caer en la herejía de la acción: hacer muchas cosas buenas, pero no orar. Y hay que dedicar tiempo para estar a solas con Dios.
El 6 de agosto de 1981, el padre Arrupe, general de la Compañía de Jesús, les decía a los jesuitas de Bangkog en Tailandia: Orad mucho. Los problemas no se resuelven con esfuerzo humano. Tenemos muchas reuniones y encuentros, pero no oramos bastante. Hay que orar más . Jesús nos dice: Pedid y recibiréis (Mt 7, 7)
Muchas cosas no recibimos, porque no las pedimos. O como decía aquella madre, cuyo hijo se salvó milagrosamente, después de haber estado 20 minutos bajo el agua en una piscina: Muchos niños mueren, porque sus padres no rezan. Dios deja de hacer muchos milagros en el mundo, porque muchos no tienen la fe suficiente para pedir un milagro. Pero la oración no es sólo para momentos de necesidad. La oración es el alimento diario del alma. Por eso, es imprescindible en la vida espiritual. Sin oración, nuestra alma estará vacía y sin luz. La oración es algo de vida o muerte. Sin oración, estaremos muertos por dentro. Pero no olvidemos que oración no es simplemente una comunicación con Dios de tipo administrativo para informarle de lo que hacemos o de lo que necesitamos. Orar es una comunicación amorosa con nuestro Padre Dios. Sin amor no habrá verdadera oración.
Extraido del sitio www.libroscatolicos.org libro "La oración del corazón"
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Hace 6 meses
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