domingo, 4 de octubre de 2009

El problema del perdón

Pocas veces somos ofendidos; muchas veces nos sentimos ofendidos.
Perdonar es abandonar o eliminar un sentimiento adverso contra el hermano.
¿Quién sufre: el que odia o el que es odiado? El que es odiado vive feliz, generalmente, en su mundo. El que cultiva el rencor se parece a aquél que agarra una brasa ardiente o al que atiza una llama. Pareciera que la llama quemara al enemigo; pero no, se quema uno mismo. El resentimiento sólo destruye al resentido.
El amor propio es ciego y suicida: prefiere la satisfacción de la venganza al alivio del perdón. Pero es locura odiar: es como almacenar veneno en las entrañas. El rencoroso vive en una eterna agonía.
No hay en el mundo fruta más sabrosa que la sensación de descanso y alivio que se siente al perdonar, así como no hay fatiga más desagradable que la que produce el rencor. Vale la pena perdonar, aunque sea solo por interés, porque no hay terapia más liberadora que el perdón.
No es necesario pedir perdón o perdonar con palabras. Muchas veces basta un saludo, una mirada benevolente, una aproximación, una conversación. Son los mejores signos de perdón.
A veces sucede esto: la gente perdona y siente el perdón; pero después de un tiempo, renace la aversión. No asustarse. Una herida profunda necesita muchas curaciones. Vuelve a perdonar una y otra vez hasta que la herida quede curada por completo.

Ejercicios de perdón
1. Ponte en el espíritu de Jesús, en la fe. Asume sus sentimientos. Enfrenta (mentalmente) al "enemigo" mirándolo con los ojos de Jesús, sintiéndolo con los sentimientos de Jesús, abrazándolo con los brazos de Jesús, como si "fueras" Jesús.
Concentrado, en plena intimidad con el Señor Jesús (colocado el "enemigo" en el rincón de la memoria), di al Señor: "Jesús, entra dentro de mí. Toma posesión de mi ser. Calma mis hostilidades. Dame tu corazón pobre y humilde. Quiero sentir por ese "enemigo" lo que Tú sientes por él; lo que Tú sentías al morir por él. Puestos en alta fusión tus sentimientos con los míos, yo perdono (juntamente contigo), yo amo, yo abrazo a esa persona. Ella-Tú-Yo, una misma cosa. Yo-Tú-ella, una misma unidad".
Repetir estas o semejantes palabras durante unos treinta minutos.

2. Si comprendiéramos, no haría falta perdonar. Trae a la memoria al "enemigo" y aplícale las siguientes reflexiones:
Fuera de casos excepcionales, nadie actúa con mala intención. ¿No estarás tú atribuyendo a esa persona intenciones perversas que ella nunca las tuvo? Al final, ¿quién es el equivocado? Si él te hace sufrir, ¿ya pensaste cómo tú le harás sufrir a él? ¿Quién sabe si no dijo lo que te dijeron que dijo? ¿Quién sabe si lo dijo en otro tono o en otro contexto?
El parece orgulloso; no es orgullo, es timidez. Parece un tipo obstinado; no es obstinación, es un mecanismo de autoafirmación. Su conducta parece agresiva contigo; no es agresividad, es autodefensa, un modo de darse seguridad, no te está atacando, se está defendiendo. Y tú estás suponiendo perversidades en su corazón.

¿Quién es el injusto y el equivocado?
Ciertamente, él es difícil para ti; más difícil es para sí mismo. Con su modo de ser sufres tú, es verdad; más sufre él mismo. Si hay alguien interesado en este mundo en no ser así, no eres tú; es él mismo. Le gustaría agradar a todos; no puede. Le gustaría vivir en paz con todos; no puede. Le gustaría ser encantador; no puede. Si él hubiera escogido su modo de ser, sería la criatura más agradable del mundo. ¿Qué sentido tiene irritarse contra un modo de ser que él no escogió? ¿Tendrá él tanta culpa como tú presupones? En fin de cuentas, ¿no serás Tú, con tus suposiciones y repulsas, más injusto que él? Si supiéramos comprender, no haría falta perdonar.

3. Se trata de un acto de dominio mental por el que desligamos la atención de la persona enemistada. Consiste, pues, en interrumpir ese vínculo de atención (por el que tu mente estaba ligada a esa persona) y quedarte tú desvinculado de él, y en paz.
No consiste, pues, en expulsar violentamente de la mente a esa persona, porque en ese caso se fijará más. Se trata de suspender por un momento la actividad mental, de hacer un vacío mental, y el "enemigo" desaparece. Volverá de nuevo. Suspende otra vez la actividad mental o desvía la atención hacia otra cosa.
Hay unos cuantos verbos populares que significan este perdón: desligar: se liga, se desliga la atención. Desprender: se prende, se desprende. Soltar: se te agarra (el recuerdo), suéltalo. Dejar. Olvidar.
Como se ve, no es un perdón propiamente tal, pero tiene sus efectos. Puede ser el primer paso, sobre todo cuando la herida es reciente.

Primeros pasos en la oración

Para dar los primeros pasos nos vamos a apoyar en la Palabra, como puente de unión entre el alma y Dios. Ya que orar no es fácil, la paciencia, la constancia y la esperanza nos ayudarán permanentemente en el camino de la oración. Necesitamos PAZ. Un cristiano poblado de cargas, agresivas, mal humor, resentimientos, no puede entrar en el recinto de la Paz que es Dios. Para pacificar el alma, existen unos ejercicios de abandono, de purificación profunda, que nos dispondrán a que haya una verdadera comunicación con nuestro Dios. Necesitamos CALMA. Un cristiano dominado por la dispersión interior, desintegrado por la agitación y el nerviosismo no puede llegar a la unión transformante con Dios. Necesitamos además UNIDAD INTERIOR. Grandes olas se levantan en la navegación espiritual, distracciones, preocupaciones, angustias, sequedades, arideces... ¿que hacer? La gracia ofrece un abanico ilimitado de posibilidades con un algo de oración, sin perseverancia ni disciplina, no esperemos una fuerte experiencia de Dios, tampoco esperemos vidas transformadas, Necesitamos disciplina y sobre todo perseverancia, aunque no tengamos ganas de orar insistir...., seguir orando... ¡Esa es la clave! Aunque orar es fundamentalmente obra de la gracia, es también un arte, y como cualquier actividad humana necesita de normas de aprendizaje. ORAR BIEN EXIGE MÉTODO, ORDEN Y DISCIPLINA, en una palabra TÉCNICA. Pero la técnica sin la gracia no logrará ningún resultado. El proceso de orar, de llegar a la intimidad con Dios, es lento y evolutivo, dura toda la vida necesitamos perseverancia, paciencia y orden."Guarda el orden y el orden te guardará a ti" comienza por separar un tiempo, diariamente para la oración y poco a poco verás los resultados.

(Extraido del libro Encuentro: Manual de oracion P. Larrañaga)

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