sábado, 12 de septiembre de 2009

Ejercicios semanales de repaso II

Esta semana continuaremos reflexionando sobre lo que hemos aprendido hasta ahora y seguiremos aplicando los conceptos con el fin de continuar mejorando nuestra oración personal.

Ejercicio 1: Repasando conceptos y meditando

1) Lee las siguientes frases tomadas de los textos que hemos compartido y reflexiona ¿Qué sientes al leerlas? ¿Crees que han podido aplicar estos conceptos a los largo del taller o aun no? ¿Por qué?

a) “No tenéis porque no pedís. Pedís y no recibís porque pedís mal, con la intención de malgastarlo en vuestras pasiones. No te aflijas si no recibes de Dios inmediatamente lo que pides: es Él quien quiere hacerte más bien todavía mediante tu perseverancia en permanecer con Él en oración (Evagrio). Él quiere que nuestro deseo sea probado en la oración. Así nos dispone para recibir lo que él está dispuesto a darnos (San Agustín)” ¿Alguna vez sentiste que tu oración era en vano, que no servia para nada orar? ¿Qué pudiste aprender de esa experiencia?

b) “La mayoría de las personas que asisten a la iglesia hoy día, tratan de hacer demasiadas cosas, demasiado pronto, sin haber llegado primero a una unión interior con Dios y con su Espíritu, que pueda hacer que su trabajo de fruto. Están tan ocupados que es imposible tener una experiencia de Dios como Padre y como Señor que los ama” ¿Cómo organizas tus tiempos para poder orar?

c) “Muchos tratan de hacer oración algunos días o semanas y después no siguen, y así nunca llegan al punto de contacto habitual donde Dios puede alcanzar a obrar” ¿Eres fiel a un periodo razonable de tiempo para que el Señor pueda obrar en ti por medio de la oración?

d) “Nada puede evitar que un hijo de Dios se desarrolle al máximo en Cristo. No hay dificultad que impida nuestra creciente comunicación con Dios que no pueda ser vencida con perseverancia y puesto bajo el Señorío de Cristo. Para vencer algunas dificultades hará falta el apoyo y la ayuda de todos los hermanos. El deseo del Corazón del Señor es que crezcamos en y a través de la oración” ¿Le has entregado a Dios tus dificultades para orar?

Ejercicio 2: Para aplicar en la semana
a) Oración de abandono
Es la oración (y actitud) más genuinamente evangélica. La más liberadora. La más pacificadora. No hay anestesia que tanto suavice las penas de la vida como un "yo me abandono en Ti".Se aconseja aprender de memoria la oración de abandono para rezarla al estilo del Padre nuestro cuando uno se topa a cada paso con grandes o pequeñas contrariedades. Ponte en la presencia del Padre, que dispone o permite todo, en actitud de entrega. Puedes utilizar como fórmula la oración de abandono, u otra fórmula más simple como: hágase tu voluntad o también en tus manos me entrego.
Como disposición incondicional, debes reducir a silencio la mente que tiende a rebelarse. El abandono es un homenaje de silencio en la fe. Vete depositando, pues, en silencio y paz, con una fórmula, todo aquello que te disguste: tus progenitores, aspectos de tu figura física, las enfermedades, la ancianidad, las impotencias y limitaciones, los rasgos negativos de tu personalidad, personas próximas que te desagradan, historias dolientes, memorias dolorosas, fracasos, equivocaciones...Puede ser que, al recordarlos, te duelan. Pero, al depositarlos en las manos del Padre, te visitará la paz.

Oración de abandono
Padre,
me pongo en tus manos.
Haz de mí lo que quieras.
Sea lo que sea, te doy gracias.
Estoy dispuesto a todo;
lo acepto todo
con tal de que tu voluntad
se cumpla en mí
y en todas tus criaturas.
No deseo ninguna otra cosa, Padre.
Te ofrezco mi vida.
Te la doy con todo el amor
de que soy capaz.
Porque te amo
y necesito darme:
ponerme en tus manos,
sin medida,
con una infinita confianza.
Porque Tú eres mi Padre.

CARLOS DE FOUCAULD

b) Ejercicio de acogida
Así como en el ejercicio Salida y quietud, el "yo" sale y se fija en el TU, en este ejercicio de acogida, yo permanezco quieto y receptivo, y el TU sale hacia mí y yo acojo, gozoso, su llegada. Es conveniente efectuar este ejercicio con Jesús resucitado.
Utilizamos el verbo sentir. Sentir no en el sentido de emocionarse, sino de percibir. Se pueden sentir tantas cosas sin emocionarse. Siento que el suelo está frío, siento que la cabeza me duele, siento que hace calor, siento tristeza.
Ayúdate de ciertas expresiones (que al final indicaré), comienza a acoger, en la fe, a Jesús resucitado y resucitador que llega a ti. Deja que el Espíritu de Jesús entre e inunde todo tu ser. Siente que la presencia resucitada de Jesús llega hasta los últimos rincones de tu alma mientras vas pronunciando las expresiones.

Siente cómo esa Presencia toma plena posesión de lo que eres, de lo que piensas, de lo que haces; cómo Jesús asume lo más íntimo de tu corazón. En la fe, acógelo sin reservas, gozosamente. En la fe, siente cómo Jesús toca esa herida que te duele; cómo Jesús saca la espina de esa angustia que te oprime; cómo te alivia esos temores, te libera de aquellos rencores. Hay que tomar conciencia de que esas sensaciones generalmente se sienten en la boca del estómago como espadas que punzan. Por eso se habla de la espada del dolor. Luego salta a la vida. Acompañado de Jesús y revestido de su figura, haz un paseo por los lugares donde vives o trabajas. Preséntate ante aquella persona con quien tienes conflictos. Imagínate cómo la miraría Jesús. Mírala con los ojos de Jesús. Cómo sería la serenidad de Jesús si tuviera que enfrentarse con aquel conflicto, afrontar esta situación, qué diría a esta persona, cómo serviría en aquella necesidad. Imagina toda clase de situaciones, aun las más difíciles, y déjale a Jesús actuar a través de ti: mira por los ojos de Jesús, habla por su boca, que su semblante aparezca por tu semblante. No seas tú quien viva en ti sino Jesús. Es un ejercicio transformante o cristificante. Toma una posición orante. Igual que en el ejercicio Salida y quietud, después de pronunciar y vivir la frase quédate un tiempo quieto y en silencio, permitiendo que la vida de la frase resuene y llene el ámbito de tu alma.

Jesús, entra dentro de mí.
Toma posesión de todo mi ser.
Tómame con todo lo que soy.
lo que pienso, lo que hago.

Toma lo más íntimo de mi corazón.
Cúrame esta herida que tanto me duele.
Sácame la espina de esta angustia.
Retira de mí estos temores,
rencores, tentaciones...

Jesús, ¿qué quieres de mí?
¿Cómo mirarías a aquella persona?
¿Cuál sería tu actitud en aquella dificultad?
¿Cómo te comportarías en aquella situación?

Los que me ven, te vean, Jesús.
Transfórmame todo en ti.
Sea yo una viva transparencia de tu persona.

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