lunes, 7 de septiembre de 2009

Ejercicios semales de repaso

Esta semana vamos a repasar algunos conceptos básicos que hemos aprendido en los encuentros anteriores y haremos algunos ejercicios de oración que nos permitirán aplicar lo aprendido para mejorar nuestro vínculo personal con el Señor durante la oración.

Ejercicio 1: Repasando conceptos y meditando

1) Lee las siguientes frases tomadas de los textos que hemos compartido y reflexiona ¿Qué sientes al leerlas? ¿Crees que han podido aplicar estos conceptos a los largo del taller o aun no? ¿Por qué?

a) “Se llama oración a aquella forma de plegaria que consiste en ponerse frente a Dios en la soledad y el silencio, durante un tiempo más o menos prolongado, con el deseo de entrar en una íntima comunión de amor con El”. ¿Cuando oras lo haces en un ambiente de silencio y soledad? ¿Dedicas tiempo a orar o lo haces a las apuradas? ¿Qué sientes cuando oras?


b) “No se sabe de alguien que se muera por no tener tiempo de comer. Antes de decir no tengo tiempo hay que preguntarse que es lo prioritario para mi vida. El tiempo dado a Dios no es tiempo robado a los otros. Si estamos atentos a Dios estaremos presentes también en la vida de los demás.” ¿Le das a Dios las primicias de tu tiempo o el que te sobra? ¿Por qué?

c) “En la oración queremos rendirnos al Señor, a fin de crecer en nuestro conocimiento y nuestro amor a él, y en nuestra capacidad de escucharlo y obedecerlo.” ¿Es este el objetivo de tu oración?

d) “La oración supone siempre un esfuerzo; es un combate. ¿Contra quién?
Contra nosotros mismos y contra las astucias del Tentador que hace todo lo posible por separar al hombre de la oración, de la unión con su Dios. Se ora como se vive, porque se vive como se ora.” ¿Cómo tratas de evitar el descuidar tus momentos de oración?


Ejercicio 2: Para aplicar en la semana

a) Lectura rezada
Se toma una oración escrita, por ejemplo un salmo u otra oración cualquiera. Tomar posición exterior y actitud interior orantes. Sosegarse e invocar al Espíritu Santo. Comienza a leer despacio la oración. Al leerla, trata de vivenciar lo que lees. Quiero decir, trata de asumir aquello, decirlo con "toda el alma", haciendo "tuyas" las frases leídas, identificando tu atención con el contenido o significado de las frases.
Si te encuentras con una expresión que "te dice" mucho, parar ahí mismo. Repetirla muchas veces, uniéndote mediante ella al Señor, hasta agotar la riqueza de la frase, o hasta que su contenido inunde tu alma. Piensa que Dios es como la Otra Orilla; para ligarnos con esa Orilla no necesitamos de muchos puentes; basta un solo puente, una sola frase para mantenernos enlazados.

Si no sucede esto, proseguir leyendo muy despacio, asumiendo y haciendo tuyo el significado de lo que lees. Parar de vez en cuando. Volver atrás para repetir y revivir las expresiones más significantes. Si en un momento dado te parece que puedes abandonar el apoyo de la lectura, deja a un lado la oración escrita y permite al Espíritu Santo manifestarse dentro de ti con expresiones espontáneas e inspiradas.
Esta modalidad, fácil y eficaz siempre, ayuda de manera particular para dar los primeros pasos, para las épocas de sequedad o aridez, o simplemente en los días en que a uno no le sale nada por la dispersión mental o la agitación de la vida.

Salmos sugeridos: Salmo 16, 23 y 63

b) Ejercicio auditivo
Tomar una expresión fuerte que te llene el alma (por ejemplo "mi Dios y mi Todo") o simplemente una palabra (por ejemplo "Jesús", "Señor", "Padre").Comienza a pronunciarla, con sosiego y concentración, en voz suave, cada diez o quince segundos.

Al pronunciarla, trata de asumir vivencialmente el contenido de la palabra pronunciada. Toma conciencia de que tal contenido es el Señor mismo. Comienza a percibir cómo la "presencia" o "Sustancia", encerrada en esa expresión va lenta y suavemente inundando tu ser entero, impregnando tus energías mentales. Ve distanciando poco a poco la repetición, dando lugar, cada vez más, al silencio.
Siempre debes pronunciar la misma expresión.

Variante: Cuando aspiramos, el cuerpo queda tenso, porque se inflan los pulmones. Al contrario, cuando espiramos (expulsamos el aire de los pulmones) el cuerpo se relaja, se afloja. En esta variante aprovechamos la fase de la espiración (momento natural de descanso) para pronunciar esas expresiones. De esta manera, el cuerpo y el alma entran en una combinación armónica. La concentración es más fácil porque la respiración y la irrigación son excelentes. Y así, los resultados son sumamente benéficos tanto para el alma como para el cuerpo.

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