La oración de entrega o confianza tiene el poder de transformarnos en personas de fe, capaces de confiar plenamente en las promesas de Dios.
Debemos rezar como si todo dependiese de Dios, pero al mismo tiempo obrar como si todo dependiese de nosotros mismos.
Debemos sí poner en las manos de Dios nuestras vidas y, principalmente los hechos y las cosas relacionadas con nuestro futuro, que podrían suceder o no pero que todavía están fuera de nuestro control o intervención.
Por medio de la oración de entrega nos revestimos de la protección divina para enfrentar nuestras luchas diarias.
Entregarse no significa alienarse del mundo, transfiriendo nuestras responsabilidades a Dios sino, ante todo, aliarse a él, teniéndolo como un gran socio en la labor diaria en todos los sectores de nuestra vida, compartiendo con él nuestras tareas, tratando de hacer bien nuestra parte y, pidiéndole que a su vez haga lo que le comete a él.
Debemos entregar siempre a Dios todos los momentos de nuestra vida, sean de alegría o tristeza, de vida o de muerte.
El doble beneficio de nuestra oración de entrega
Vemos un doble beneficio de la oración de entrega: si por un lado aleja de nosotros las preocupaciones, maléficas e indeseables, que ocupan nuestros pensamientos con cosas nefastas de un futuro incierto, y que, casi nunca acontecen, por otro lado, al mismo tiempo, nos ejercitan en la fe, don precioso que nos da, conforme a la voluntad de Dios, la certeza de las cosas buenas y benéficas que el futuro tiene reservadas para nosotros.
De la preocupación a la fe. De la incertidumbre a la confianza. Del miedo a los males a la certeza del bien.
Hagamos de la oración de entrega un hábito, procurando en cada momento vivido, entregarnos a Dios, señor y dueño de nuestra vida, para que podamos ofrecer buenos y sabrosos frutos a todos aquellos que nos buscan y que tanto necesitan, o que dependen espiritualmente de nosotros.
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Hace 6 meses
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