Hace poco leí un libro en el cual un pastor trataba de convencer a un hombre joven de la importancia de pasar un tiempo cada día a solas con el Señor. El hombre le respondía que le gustaría orar personalmente y comprometerse más con la iglesia, pero que estaba muy ocupado tratando de no perder el trabajo ni atrasarse en su estudio. Simplemente no tenía tiempo para nada más.
Pero, después se enamoró, y descubrió que era posible hacerse un lugar en sus horarios para estar al menos un tiempo con su novia. Como esta relación tenía prioridad en su vida quería alentarla y ayudarla a crecer, para ello modificó algunos de sus horarios completos. Vemos que su relación era más importante que su vínculo con el Señor: estuvo dispuesto a hacer sacrificios por una relación y no por otra.
¿Qué importancia tiene en nosotros el vínculo con el Señor? ¿Es una prioridad en nuestras vidas? ¿Queremos hacer cualquier esfuerzo por cultivarlo y fortalecerlo? Si es así, prácticamente ninguna circunstancia nos impedirá construir esa relación, la cual, como toda relación impersonal, requiere cierto esfuerzo de nuestra parte.
También requiere una dedicación personal significativa. Después de recibir la efusión del Espíritu hice uno de los mayores descubrimientos de mi vida: “el Señor cuidaba personalmente de mi, me amaba y quise acercarme a El” Aquel descubrimiento revolucionó mi vida. De pronto tomé conciencia de que mi relación con el Señor era una cuestión recíproca. El se había interesado en mí, se había hecho hombre y había muerto por mí en la Cruz, y ahora, a través de su Espíritu, deseaba continuar dándose a mí. Esto significaba que debía responderle, buscarle e interesarme por El.
La oración: un ingrediente esencial
Si dos personas están interesadas en edificar una amistad, tienen que pasar cierto tiempo juntas. En nuestra relación con el Señor, esto significa separar de cada día un tiempo para orar. Nos podremos engañar pensando que alcanza con orar sólo en los momentos libres, pero no es así. Ninguna relación madura florecerá si le entregamos el tiempo que nos sobra. La comunicación regular es una de las bases de toda buena relación, incluyendo nuestra relación con el Señor.
Una cosa es ser conciente de la importancia de la oración personal, y otra hacernos un tiempo para ella. La mejor forma de hacerlo es separar cada día un tiempo definido para orar, y luego comprometernos a ser fieles a ese tiempo. Nuestro periodo diario de oración debería llegar a ser una parte vital de nuestro horario.
Aun a la persona más ordenada, le pueden surgir emergencias que e requieran anular su tiempo de oración. Tales interrupciones se pueden compensar previendo algunos tiempos alternativos. Si oramos cada mañana a las 7:00, podríamos tener un tiempo de repuesto más tarde, que podamos sustituir si fuese necesario. Nuestro compromiso debería ser orar durante el tiempo que hemos programado, pero si surgiera algún imprevisto, ese tiempo alternativo nos podría sacar del apuro.
El mejor tiempo
Al buscar el momento apropiado para orar, debemos tener en cuenta que al Señor pertenece el mejor tiempo (las primicias) y no el tiempo sobrante.
Yo lo aprendí por experiencia: “cuando volví a entregarme al Señor era estudiante universitario, y las horas de mayor rendimiento las dedicaba a estudiar y oraba a ultimas horas de la noche. Por supuesto, a esa hora ya estaba cansado y mi mente estaba llena de las preocupaciones del día. Me descubría pensando sobre mis estudios o sobre como había sido el día y trataba de hacer pasar todo lo vivido por la oración. Estaba muy cansado para hacer otra cosa. En ese momento mi relación con el Señor se estancó hasta que decidí dedicarle algo de mi mejor tiempo del día. Desde entonces mi amor y mi conocimiento de El adquirieron una profundidad nueva”.
Quizá pensemos en nuestros horarios y digamos: ¡Imposible! No puedo separar parte del mejor tiempo para el Señor. Pero si queremos de veras vivir una fe cristiana hallaremos la forma de hacerlo.
¿Cuánto tiempo habría que reservar para orar? Los principiantes, llenos de entusiasmo inicial, son propensos a embarcarse en tiempos de oración de una hora, sólo para encontrarse aburridos y cansados a los 10 minutos. En general, si somos novatos es mejor elegir un tiempo breve en vez de largo; podríamos comenzar con 15 minutos, por ejemplo, luego a medida que aprendemos a orar y nos sentimos más cómodos haciéndolo, podemos extendernos hasta alcanzar el tiempo que nos conviene. Lo importante es elegir una cantidad de tiempo razonable y perseverar.
El lugar indicado
Dónde oramos es tan importante como cuanto lo hacemos. No todos los sitios posibles son necesariamente adecuados. Si nos cuesta hallar un lugar para orar, deberíamos pedirle al Señor que nos guíe a un buen sitio y también preguntarle a otros hermanos si pueden orientarnos a algún lugar adecuado. Si es posible la habitación que finalmente determinemos debería permitirnos orar y cantar en voz alta. No estaremos satisfechos con un lugar que nos permita expresarnos libremente.
La manera de orar
Una vez obtenido el tiempo y el lugar ¿Qué hacemos? Ante todo debemos estar abiertos a las inspiraciones del Espíritu Santo. Tal actitud quizá no resulte fácil a quienes siempre han rezado fórmulas, pero el Espíritu desea guiarnos. Si nos ponemos delante del Señor con esta actitud, veremos que nuestra oración se enriquece muchísimo al someternos a los impulsos del Espíritu.
Por otra parte, la oración no es algo completamente espontánea; ayuda incluir elementos específicos en nuestro tiempo delante del Señor. Por ejemplo, podemos dedicar un momento de oración a la alabanza, otra parte a leer la Biblia y otra a interceder. La clave de nuestra oración está en insistir en todo aquello que nos conduce a una oración más profunda con el Señor.
En la oración queremos rendirnos al Señor, a fin de crecer en nuestro conocimiento y nuestro amor a él, y en nuestra capacidad de escucharlo y obedecerlo.
La Sagrada Escritura y la lectura espiritual
Tan importante como separar un tiempo para orar es dedicar un tiempo diario a la lectura de la Biblia. Leemos y meditamos la Palabra de Dios para que pueda llenarnos y guiarnos. La Palabra de Dios es una protección y una fuente de fortaleza. Una de las formas de asegurarnos de leer cada día un texto de la Biblia es incorporarla a nuestro tiempo de oración.
Estudiar la Sagrada Escritura juega también una parte importante en nuestro crecimiento espiritual. Los comentarios bíblicos y otros libros de introducción a la Biblia nos ayudarán a comprender cosas tan importantes como, las intenciones del autor, el contexto en el que escribían, etc.
También ayuda leer otros libros que pongan nuestra mente y corazón más en sintonía con el Señor. En particular la vida de los santos puede tener un profundo efecto en nuestro crecimiento espiritual.
Un testimonio:
Un hermano me alcanzó un testimonio:
“Mi fracaso en la oración cotidiana la descubrí en mi falta de fidelidad. Cuando oraba, en qué momento del día, y qué hacia durante la oración, dependía completamente de la inspiración del momento. Esto anduvo bien hasta que el entusiasmo pasó. Entonces la postergué hasta la noche; a esa hora ya estaba muy cansado para orar, y los pensamientos me distraían fácilmente. Mi oración era como una prueba de resistencia. El tiempo que le dedicaba bajó casi a cero. Lentamente aprendí a ser fiel de manera concreta y práctica. Primero me comprometí a orar una hora cada mañana, y a no dejar esta obligación sin una buena razón. Luego tomé conciencia de que un compromiso fiel a la oración personal, requería reordenar muchos otros aspectos de mi vida. Acostarme tarde me dejaba exhausto durante la oración. Tuve que eliminar algunas actividades de mis horarios para poder orar. Muchas distracciones en la oración eran causadas por la inestabilidad de mi estilo de vida y de mis relaciones personales. Superar estas distracciones significó poner un mayor orden y estabilidad en esas áreas de mi vida. Me ayudaba a centrar mis pensamientos en el Señor, elegir un pasaje de la Biblia para meditarlo la noche anterior. Al comienzo de la oración me imaginaba la escena descripta en el pasaje, esto me ayudó a superar las distracciones durante la oración. Finalmente, después de orar escribía en un cuaderno lo que había ocurrido durante la oración, incluyendo cualquier reflexión que hubiese hecho sobre como responderle mejor al Señor. En tiempos de gran motivación e inspiración, dejaba de lado esta estructura para dar paso a la inspiración del Espíritu. Pero en tiempos de sequedad la estructura me protegía de que mi oración personal, sencillamente desapareciese” José Breault
Conclusión
No debemos tomar nuestra relación con el Señor a la ligera. Es una opción seria. Si somos negligentes. Si somos negligentes cosecharemos las consecuencias: una vida cristiana sin poder, muy desprovista de paz y de orientación. En cambio, si la cultivamos mediante la oración personal y la reflexión de la Palabra de Dios, nuestra vida testimoniará la alegría, la fuerza y la confianza que solo se hallan en la relación con el Señor.
Luego de leer el texto responde: ¿Qué te dice al corazón? ¿Qué enseñanza te deja? ¿Cuánto tiempo le dedicas a la oración personal y que momentos? ¿Qué dificultades encuentras al orar? ¿Algo del texto te sirve para mejorar la oración? ¿Qué?
Bert Ghezzi citado en "La oración Personal" Ed. de la Palabra de Dios
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Hace 6 meses
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