domingo, 27 de septiembre de 2009

El estancamiento en la oración personal

No hay progreso/avance ni en la oración ni en la vida de gracia, a pesar de cierta fidelidad a las formas/exigencias exteriores de la oración y de su estado. Falta de vitalidad espiritual; sentir que uno ha quedado en una “meseta” en su relación con Dios; no tener expriencias recientes de la gracia de Dios (su testimonio de Dios se limita a cosas de años atrás).

Si es verdadero estancamiento, se debe a la persona orante, pero puede ser más o menos consciente/culpable. En todo caso el darse cuenta de él y tomar pasos para remediarlo puede ser ocasión privilegiada de un nuevo viraje en su camino, o hasta de una nueva vocación.

a) pecado no arrepentido: Puede ser un pecado grave –-algún pecado particular nunca confesado/arrepentido-- o un hábito de pecado con el cual uno no ha tenido la valentía de romper. Igualmente la culpa (incluso la culpa imaginada, no objetiva) puede bloquear la relación con Dios que es la oración.

Semejante presencia de mal en la vida de un creyente puede restarle vitalidad espiritual, bloquear la acción de Dios en cierta área de su vida, o bien secar totalmente la fuente de gracia en él, dejándole sólo una fachada de vida cristiana (como las flores cortadas que sólo duran días en el mejor de los casos, antes de marchitarse y apestar). Y todo esto a pesar de cierta “fidelidad” en la oración (por lo menos en lo exterior de la oración: difícilmente uno puede abrirse sinceramente al Señor y a la vez mantener una área pecaminosa en su vida). De lo que hace falta es de un verdadero arrepentimiento: desear eficazmente hacer la voluntad de Dios (condición imprescindible de auténtica oración) y rechazar todo lo que es incoherente con la fe cristiana o con su estado de vida. Romper con el pecado y las respectivas “ocasiones de pecado”; soltar el rencor y perdonar (si se trata de una falta de perdón, como es muchas veces el caso), y confesarse: Sal 32 y 51. Meditar el pasaje del Hijo Pródigo (Lc 15,11ss), y darse cuenta que todo depende de que uno mismo se levante y tome el camino de regreso al Padre de misericordia…
El enfrentar este pecado (o por lo menos el estar en proceso de lucha contra el) puede ser tiempo de mucha gracia en la oración.
Cuando el problema es un “complejo de culpa” (sentido exagerado y aplastante de culpa) conviene que la persona se confiese y pida sanación interior hasta verse liberada de esta carga, y descubra que Dios más bien le acoge con todo su amor. Recién podrá reiniciar su camino de oración.

b) no dar el paso: estar consciente de “algo” que se debe decidir o hacer, pero que todavía no lo ha hecho…

Por resistir una llamada de Dios (aunque no sea estrictamente cuestión de pecado: Dios nos deja libres a responderle), por no querer dar un paso de fe, a veces somos responsables del estancamiento de nuestra vida espiritual. Rechazamos la misma cosa que sería la clavel el catalizador de nuestra próxima etapa de crecimiento (vgr. una decisión vocacional, un nuevo compromiso, un cambio de apostolado o de comunidad, el reto misionero). Dios nos sigue esperando, nos sigue invitando a dar el paso, a tomar el riesgo. Remedio: ¡lánzarse!
A veces se sospecha que hay algo que uno no está haciendo, pero no se sabe bien qué cosa es; en este caso hay que hacer un examen de conciencia/discernimiento para ver en qué área se está rechazando la gracia de Dios. Sant 1,5.

c) apego al pasado/añoranza de vivencias anteriores: el apego a formas de oración o experiencias bonitas del pasado nos pueden acondicionar en nuestra vida de oración y bloquear nuestra respuesta a lo que el Señor quiere de nosotros hoy.

En estos casos conviene hacer un ejercicio explícito de “soltar” las experiencias bellas del pasado, y abrirse a lo que Dios quiere hoy. Abrirse a nuevas formas de orar, de relacionarse con Dios, y tratar de dejar las expectativas basadas en las experiencias pasadas de oración (mucha paz y alegría, una “palabra” del Señor, “ver” a Jesús o María…) y aceptar con humildad y disponibilidad lo que Dios dispone ahora. Ser creativ@, y dejar que Dios haga algo nuevo en ti, o te guíe por nuevos caminos.

Tomás Kraft O.P.

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