La Lectio divina requiere unas disposiciones interiores, sin las cuales el itinerario que acabamos de describir quedaría vacío. Dichas actitudes pueden resumirse en estas tres:
- Escucha: Es necesario acercarse a la Palabra de Dios con reverencia y en actitud atenta. Hay un pasaje en la Biblia que ilustra bien lo que supone esta actitud de escucha: "Pastoreando los rebaños de su suegro Jetró, Moisés llegó al monte Horeb y vio una zarza que ardía sin consumirse. Cuando quiso acercarse para ver aquella maravilla más de cerca, oyó una voz que le decía:'Moisés, no te acerques; quítate las sandalias, porque el lugar que pisas es sagrado'" (Ex 3,1-6). La Palabra de Dios es para nosotros, como la zarza, un misterio atrayente. Pero nos acercamos a ella descuidadamente, sin advertir que estamos pisando un terreno sagrado, en el que se encuentra Dios mismo. Es entonces cuando escuchamos una voz que nos invita a descalzarnos de todo aquello (los ruidos, las prisas, las preocupaciones...) que nos impide acoger esta Palabra que Dios nos dirige, de todo aquello que no nos deja convertirnos en discípulos de la Palabra. Así, cada vez que nos acerquemos a la Palabra de Dios tenemos que ponernos en actitud de escucha; prepararnos para escuchar. Esto puede hacerse con un momento de silencio, un gesto de adoración, una breve oración.
- Compromiso de vida: Uno de los mayores obstáculos que dificultan y hasta hacen imposible la práctica de la Lectio divina es la falta de coherencia entre la lectura orante de la Palabra y el tipo de vida que llevamos. La Lectio divina requiere que exista una armonía entre la forma de orar y la forma de vivir. Requiere, por tanto, una decisión radical y constante de vivir según el Evangelio, de seguir a Jesús como discípulos, o, como diría san Pablo, de vivir "en Cristo".
- Perseverancia: Finalmente, la práctica de la Lectio divina supone dedicación y perseverancia. Esta perseverancia debe entenderse como una progresiva adecuación a la pedagogía de Dios. Nosotros somos impacientes y queremos ver en seguida los resultados, pero los planes de Dios siguen otros esquemas. La Palabra leída, meditada, orada y contemplada es en nosotros como una semilla que da su fruto de forma misteriosa, conforme a los planes de Dios (Is 55,10-11). La Lectio divina requiere que le dediquemos asiduamente un tiempo exclusivo. De este modo, el encuentro con la Palabra de Dios nos hace ir cambiando nuestra mentalidad utilitarista y aprender la sabiduría escondida de la cruz.
Hay diversas formas de poner en práctica la Lectio divina. El ideal es que llegue a convertirse en un hábito diario en la vida del cristiano. Pero requiere un aprendizaje, que debe ir acompañado de un mayor conocimiento de la Biblia. La forma ideal para realizar este aprendizaje es el grupo. En él se va haciendo el camino junto a otros creyentes y se comparten los avances y retrocesos. Además, el grupo de creyentes que escucha asiduamente la Palabra de Dios es expresión de la Iglesia, en cuyo seno la Palabra resuena de una manera más plena. Esta Palabra viva y eficaz nos impulsará a vivir según las enseñanzas de Jesús y a ser presencia suya en medio del mundo.
La Biblia en grupo, doce itinerarios para una lectura creyente. La Casa de la Biblia, pág. 26-31. Editorial Verbo Divino, Stella, 1997.
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Hace 6 meses
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