domingo, 28 de febrero de 2010

Tres actitudes del hombre

Hay tres actitudes con las que el hombre se acerca a Dios:

1. El hombre razonador
Es aquel que quiere conocer a Dios. Es el compromiso de la idea. A veces un compromiso meramente intelectual. Le interesa más la existencia de Dios que su Vida. Se pregunta más por el sentido de la vida que por el sentido vivido. Dios es más importante como parte de una cosmovisión que como una actitud de vida.
Su ateismo está en que Dios ha sido constituido más en objeto del pensamiento que de la vida: está, no en lo que pienso y dice sino en la actitud con la que se aproxima a Dios.

2. El hombre cumplidor
Es el que quiere agradar a Dios. Vive el compromiso de los actos y las obras. A veces un compromiso meramente moral, ético. Le interesa más el juicio que Dios puede hacer de él que Dios mismo.
El ateismo del hombre cumplidor está en reducir a Dios, en la práctica a un objeto de conducta y no de vida. Ofrece en su vida una imagen de un Dios práctico que obliga pero que no transforma de fondo. Hace bueno al hombre pero no nuevo.
Para el cristiano normativo ser creyente es cumplir los mandamientos y los preceptos, pero le es imposible ser algo más, ser testigo y resplandor del evangelio.
Estas dos actitudes, la del hombre teórico y la del hombre operativo, conducen a una imagen irreal, incompleta del Dios evangélico, del Dios revelado. Son actitudes de compromiso formal pero no real. Estos hombres dan menos de lo que pide Dios. Dios pide el corazón y no la mente o los actos, porque desde el corazón es desde donde se orienta el pensamiento y las acciones. Desde el corazón es desde donde el hombre se entrega y se abre al amor.

3. El hombre evangélico
Es el que busca entregar su vida de acuerdo a la enseñanza de Jesús. Es el compromiso de todo su ser. No se quiere para sí mismo sino para Dios y para los demás. Descubre a Dios más en los signos de la vida que en las razones y las normas. Cree y ama y eso basta. La experiencia de Dios no le permite fugarse en ideas y activismos, ni encasillarse en ideologías o normas, porque Dios lo liberó, lo humanizó, ofreciéndolo al mundo como cooperador suyo. No necesita describir a Dios, Dios describe su vida. Es un testigo del amor y la realidad de Dios, de la trascendencia y la entrega de Dios al hombre. Más que convencer para argumentos, mueve por posesión de Dios. Su fuerza no es de argumentos sino de vida y transcendencia.
El Dios del hombre comprometido es un Dios que transforma la existencia.

Estos tres tipos de hombres representan tres actitudes humanas propias de todo hombre. La dimensión intelectual, la moral y la religiosa. Las tres están presentes en la iglesia. Lo importante es que ellas se den integradas y jerarquizadas.

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