domingo, 24 de enero de 2010

Los grados de oración - Parte 1

  1. La oración vocal

Es el primer escalón de la oración. Tomamos una formula, que alguno antes que nosotros ha puesto por escrito, la leemos o la repetimos de memoria, y aguardamos que la repetición de las palabras despierten en nuestro corazón los sentimientos que las acompañan.

Atención: no hay ninguna oración si no es acompañada de actos internos de la voluntad. No hay oración si sólo se murmuran meras palabras.

La oración vocal es la manera sencilla de orar: la Santa Misa, el rosario y otras oraciones son del mismo tipo vocal.

  1. Oración mental o discursiva

El cristiano de buena voluntad, por poco que se ejercite en la oración vocal, pasará por sí mismo adelante y subirá al segundo grado de la oración personal, a una oración que no se ata tanto a las palabras ajenas, sino que se emplea por entero en excitar inmediatamente los actos internos. El alma dará la preferencia a lo único que es decisivo para la oración y renunciará a la variedad de las formulas.

Este segundo grado de la oración personal: la oración discursiva, llamada también meditación. Consta de dos partes, unidas entre sí: la primera es el trabajo de la razón, la reflexión mental. Cuando el orante, mediante la sucesión de ideas, se ha convertido, viene ya la segunda, la parte más importante, la que propiamente es oración, el conjunto de los actos de la voluntad: la oración discursiva.

La oración discursiva será tanto más perfecta cuanto más pronto consigamos, mediante breves reflexiones, mover eficazmente, nuestra voluntad. El camino de la oración, por el que el cristiano, será siempre este: las reflexiones se van reduciendo, para que los otros actos internos se vayan ampliando.

  1. la oración afectiva

La constituyen los actos virtuosos de la voluntad, que libremente se une al Señor, con plena conciencia; y que se detiene largo tiempo en una firme decisión, y persevera en la dependencia de Dios.

El camino de la oración personal es en concreto un camino hacia la simplificación. El orante que simplemente se ejercita en la oración vocal, y con ella se contenta, siente la necesidad apremiante de aumentar continuamente las distintas formulas de su oración: recurre a novenas, octavas, oraciones a todos los santos… usa una oración para cada santo o santoral. Mientras que el que ha pasado adelante – a la oración discursiva – no encuentra ningún gusto en esta variedad. Cada alma posee uno, dos o tres libros quizá de meditación, que responden realmente al estado espiritual de cada uno: el que le proporciona consideraciones en la medida adecuada, con el método que corresponde a su manera de pensar y afectarse.

Si el orante ha llegado a la oración afectiva, ya no encuentra ningún placer en los libros prolijos. El simple uso de frases cortas despertara el corazón en un eco profundo. una breve consideración despierta en nosotros algún afecto (humildad, arrepentimiento, paciencia, etc)

  1. La oración de simplicidad

Poco a poco, casi sin notarlo, el orante descubre que en su interior encuentra eco profundo siempre la misma frase, siempre el mismo afecto, el de la entrega total. “Señor, haz conmigo lo que quieras, tómame por entero” “Señor, quiero ser tuyo, hazme una sola cosa contigo”.

Las palabras pueden ser otras, pero el afecto será siempre el mismo: el acto del amor perfecto, la entrega plena del cristiano que sólo quiere vivir de Jesús, con Jesús y en Jesús. Esta alma pasará imperceptiblemente, sin saltos bruscos, de la oración afectiva a la oración de simplicidad.

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