domingo, 26 de julio de 2009

Aquí estás, Jesús

“Aunque camine por valles de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo” (Sal 23,4).

Jesús camina a tu lado, cada día, y en cada momento de tu vida. Incluso cuando duermes, él descansa a tu lado. Por tanto, no temas, entrégale todo aquello que te preocupa.

Quiero decirte, hermano, que no te desalientes cuando sientas que tu vida se sumerge en el dolor, pues hay una mano tierna que te acompaña en tu senda. Es la mano amorosa de Jesús, nuestro Señor.

Quiero decirte, hermano, que detrás de cada espina se encuentra una rosa abierta que nos regala su perfume y que detrás de la nube que entristece nuestros días, veremos nacer la aurora en infinito fulgor.

Quiero decirte, hermano, que la vida no es tan dura si dejamos las cargas en las manos de Jesús, pues su amor tan grande y puro se ha vertido por los hombres desde que entregó su vida por nosotros en la cruz.

La paz que Dios ofrece no es como el mundo la da. Brota en el alma del hombre como fruto de su Espíritu y florece aunque se agiten los vientos y ruja la tempestad.

Por eso te digo, hermano, que si le entregas tu vida con tus luchas y tus penas a Jesús el Salvador; él transformara las sombras con el sol de un nuevo día, y con su luz admirable echará afuera el temor.

Lee pausadamente la meditación, deja a Dios obrar en tu corazón por medio de esta reflexión. Haz una oración espontánea al Señor entregándote por completo a El.

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