“Y la vasija que el alfarero hacía de barro, se quebró en sus manos, y se puso a hacer otra nueva, según le
pareció mejor”. (Jer18, 4)
¿No podré yo hacer de ustedes como este alfarero, oh casa de Israel?, dice Yahvé. He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así son ustedes en mi mano, oh casa de Israel”, (Jer 18,6)
Pídele a Dios que siga moldeando tu vida, a fin de que seas cada día más semejante al proyecto original elaborado por él.
Dios mío, yo me abandono en tus manos. Modela y remodela este barro como arcilla en manos del alfarero. Dale una forma y después, si quieres, deshazla.
Pide, ordena. ¿Qué quieres que haga? Ensalzado o humillado, perseguido, incomprendido, calumniado, alegre o triste o inútil para todo, sólo diré a ejemplo de tu Madre: “Hágase en mi según tu palabra”.
Dame el amor por excelencia, el amor de la cruz. Pero no de las cruces heroicas que podrían aumentar mi vanidad, sino de las cruces vulgares que, sin embargo, llevo con repugnancia. Aquellas que se encuentran cada día en la contradicción, en el olvido, en el fracaso, en los juicios falsos, en la frialdad, los desaires y desprecios de otros, en los malestares y defectos del cuerpo, en la oscuridad de la mente y en el silencio y aridez del corazón.
Entonces, solamente tú sabrás que te amo, aunque yo no me dé cuenta. Eso me basta.
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Hace 6 meses
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